En Afganistán fue ministro del gobierno hasta 2018. Después, consultor de una importante empresa de telecomunicaciones. Ahora, en Alemania, Sayed Sadaat se gana la vida en bicicleta repartiendo comida a domicilio.
La jornada es de seis horas de lunes a viernes, a distribuirse desde mediodía hasta las 10 pm si es fin de semana. Sayed lleva un uniforme de color naranja chillón, característico de su empresa, y la mochila grande y cuadrada donde transporta los pedidos de sus clientes.
“No hay que tener vergüenza. Es un trabajo como cualquier otro”, explica a AFP en las calles de Leipzig, en el este de Alemania.
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“Si hay empleo, es que hay cierta demanda y alguien debe satisfacerla”, reflexiona Sayed a sus 50 años.
Sin embargo, la transición fue dura para él. Su historia puede servir de advertencia a los miles de afganos recientemente evacuados por las fuerzas alemanas tras la llegada al poder de los talibanes.
O para aquellos que pueden llegar por sus propios medios en contingentes todavía mayores en los próximos meses o años.