Guta Oriental: Nadie escapa del terror en el mayor asedio a los rebeldes en Siria

El huerto de Damasco es hoy el mayor asedio en la guerra de Siria. El tiempo corre para los ciudadanos de Guta Oriental. El bastión rebelde resiste, por ahora, al asedio asfixiante, los bombardeos y la artillería de las tropas pro Gobierno de Bashar el Asad, pero la última escalada de ataquescon más de 200 muertos y un millar de heridos en 48 horas, y el aumento de la presencia de soldados hacen pensar que el régimen sirio prepara una ofensiva terrestre que podría cambiar el juego de poderes.

Entretanto, El Asad está dispuesto a repetir las atrocidades de Alepo , el último bastión rebelde que cayó a finales de 2016 tras meses de cerco, bombas sin tregua contra mercados, escuelas, hospitales; y al menos 400.000 muertos. Ello provocó la rendición de sus combatientes, muchos de los cuales huyeron a Idlib, en el noreste del país.

Staffan Mistura, ONU en Siria, “Si aprendimos algo de Alepo, es el momento de evitarlo”.

A pesar de que el enviado para las Naciones Unidas, órgano sin poder ejecutivo, en Siria, Staffan Mistura, dijo ayer que “si aprendimos algo de Alepo, es el momento de evitarlo”, la comunidad internacional tiene las manos atadas en el Consejo de Seguridad de la ONU mientras el régimen sirio y sus aliados, Irán Rusia, este último con derecho a veto en este organismo, rompen un alto al fuego que debía aplicarse en Guta desde el verano pasado al acordar con Turquía su categoría de “zona de distensión”.

No hace falta ser muy despierto para darse cuenta que el presidente sirio está siguiendo la misma estrategia que Alepo en Guta Oriental, la región situada al este de la capital siria que durante miles de años proporcionó a la ciudad y sus alrededores cereales, verduras y frutas y campos para ir a hacer el picnic los fines de semana. Hoy, en cambio, su gente muere de hambruna en lo que Unicef ha calificado de la peor crisis de desnutrición desde el comienzo de una guerra de siete años, con más de mil niños sufriendo desnutrición severa.

Y por una incesante lluvia de bombas que han matado a medio millar de personas desde el 5 de febrero y destruido al menos seis hospitales. Muchos de los residentes donde se han producido los ataques en los últimos días – en las localidades de Hamuriya, Saqba o Kafr Batna, entre muchas otras de la región de 100 kilómetros cuadrados- no tienen donde esconderse. Las escasas casas con sótano que quedan en pie no dan para alojar a todo el mundo.

“Los aviones de combate no abandonan el cielo en absoluto”, decía a la agencia Reuters Siraj Mahmoud, uno de los cascos blancos o miembro de Defensa Civil Siria, organización que lleva a cabo las tareas de rescate y cuyas imágenes publicadas en las redes sociales dejan a uno sin palabras.

Siraj Mahmoud, casco blanco, “Los aviones de combate no abandonan el cielo en absoluto”.

Sitiados desde 2013 por las fuerzas del régimen sirio, los 400.000 habitantes del bastión rebelde están recibiendo lo que Nicolas Heras, del Centro para la Nueva Seguridad Estadounidense denominó a la agencia France Presse, “un castigo colectivo por haber elegido rebelarse contra Bashar el Asad”. El líder sirio se encarga de controlar el acceso al enclave, en el que desde principios de diciembre solo un convoy humanitario ha podido entrar: el pasado 14 de febrero y con ayuda para unas 7.200 personas.

Guta Oriental, uno de los primeros bastiones rebeldes que se unió a las protestas contra el régimen en 2011, está controlado por dos grupos disidentes islamistas, el ultraconservador Jaysh al Islam, conocido como Brigada del Islam, con unos 10.000 combatientes, afiliados al Frente Islámico; y Faylaq al Rahman, con 9.000 militantes, con poca presencia de luchadores de Al Qaeda, de acuerdo con la agencia Associated Press.

Un hombre llora la muerte de dos niños pequeños que murieron durante los bombardeos en Marable, en la sitiada Guta Oriental
Un hombre llora la muerte de dos niños pequeños que murieron durante los bombardeos en Marable, en la sitiada Guta Oriental

Las dos facciones, que tienen representación en las negociaciones de paz en Ginebra y Astaná, gozan de gran popularidad entre la población porque, a juicio de Heras, son de la región, “tienen un enfoque social, político, económico y militar que incluye a la población”.

Sin embargo, el experto del Centro de Estudios Estratégicos Internacionales Will Todman apuntaba para la misma agencia francesa que los rebeldes también “se han beneficiado activa y conscientemente del asedio” imponiendo precios fijos para la reventa de alimentos y llevándose parte de las ganancias, así como de distribuir injustamente los alimentos de la escasa ayuda humanitaria.

Los rebeldes son también autores de los lanzamientos regulares de proyectiles contra Damasco. El martes, por ejemplo, los ataques desde Guta mataron al menos a seis personas.

Al régimen de El Asad, en cambio, se le ha acusado de emplear armas químicas contra la población civil de acuerdo con informes del Observatorio Sirio de Derechos Humanos y reconocidos por Estados Unidos. En enero se registraron varios casos de asfixia por gas sarín en Duma.

Un helicóptero fabricado en Rusia de las tropas sirias lanza proyectiles sobre Arbin, en Guta Oriental
Un helicóptero fabricado en Rusia de las tropas sirias lanza proyectiles sobre Arbin, en Guta Oriental

Ya en agosto de 2013, Guta Oriental fue escenario de una de las peores y más horrorosas matanzas de la guerra siria, cuando el régimen de El Asad atacó con gas sarín Guta Oriental y Mouadamiyat al Sham, otro bastión rebelde cerca de Damasco, y mató a 1.429 personas, entre ellas 426 niños, según estimó Estados Unidos. Ello provocó la firma de un acuerdo entre Washington y Moscú para desmantelar el arsenal químico de Siria, a lo que Bashar el Asad accedió para evitar en el último momento los contraataques que preveían el Pentágono y París contra el régimen. Un pacto que, a juicio de los acontecimientos, se suma al grueso historial de papel mojado acumulado en esta guerra que no tiene fin.

“Ya no hay tiempo para palabras, líneas rojas, conferencias o reuniones: se necesitan acciones reales”, suplicaba el vicepresidente de los cascos blancos, Abdulrahman Almawwas, en París la semana pasada.

A Guta se le acaba el tiempo.

“No hay tiempo para palabras, líneas rojas, conferencias o reuniones: se necesitan acciones reales”.

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