Para los nativos digitales, los emojis –se pronuncia emoyis- son parte fundamental de la comunicación vía texto y no son usados como economizadores léxicos, sino como parte fundamental de la jerga digital (cyber-slang).

Son tan importantes que ya han superado los límites de la pantalla, tienen una importante vertiente económica, y forman parte del paisaje iconográfico mundial no sólo en las redes sociales, sino también en la publicidad.

Obvio, ya existe una emojipedia.

De hecho, los emojis entraron en la historia del arte al ser incorporados en la colección del prestigioso Museo del Arte Moderno de Nueva York (MoMA), donde se expone su versión original.

Por eso –ya ven- tienen su día mundial #WorldEmojiDay: El 17 de julio, fecha que aparece en el diseño del emoji en los sistemas de Apple, la empresa informática que los empezó a hacer populares.

Un emoji vale más que mil palabras

Su creador, Shigetaka Kurita, explica que los emoji (término que significa literalmente imagen-letra en japonés) son en cierta forma una evolución de los ideogramas de la era digital. Es decir, un signo esquemático no lingüístico que representa globalmente conceptos o mensajes simples.

“Es una representación visual de una idea, sentimiento, estatus o evento que es usado con o en lugar de las palabras”, asegura.

Kurita creó hacia finales de la década de 1990 el símbolo del corazón entre las opciones de los móviles de la empresa para la que trabajaba.

En este momento existen 1601 Emojis (en 2018 se incluyeron 157) bajo la  égida del multimillonario consorcio Unicode, con sede en la Silicon Valley, que se encarga de codificar cada carácter para que puedan ser leídos en cualquier dispositivo electrónico, “sea cual sea la plataforma, el programa o el idioma”.

Los emojis reemplazaron casi por completo a los antiguos emoticon (emotion + icons) que eran una secuencia de caracteres ASCII que, en un principio, representaba una cara humana y expresaba una emoción ( 🙂 ). Para verlos, era necesario girarlos mentalmente a la derecha .

Aunque en 1982, el científico electrónico Scott Fahlman propuso el uso de la secuencia de caracteres 🙂 en el asunto de un mensaje para indicar que el comentario contenía una broma, ya en 1881 la revista estadounidense Puck publicó los primeros cuatro emoticonos tipográficos.

Estos diseños se registraron por primera vez en 1997 en la Oficina de Derechos de Autor de Estados Unidos y más adelante, en 1998, se publicarían como archivos .gif en Internet, convirtiéndose así en los primeros emoticonos gráficos usados en tecnología.

Posteriormente, fueron creándose otros emoticonos con significados muy diversos.

En 1995 le pidieron a Kurita que ampliara la oferta y creó un conjunto de 176 caracteres de 12×12 píxeles, basándose en símbolos ya existentes en aspectos de la cultura de Japón, como el manga (historietas) y el kanji (los sinogramas utilizados en la escritura de su idioma).

De las cuevas de Altamira a los símbolos digitales

La comunicación simbólica es uno de los elementos más complejos desarrollados por el ser humano y por eso los emojis tienen innegable importancia en el lenguaje escrito cotidiano, más allá de la mera comunicación mediada por elementos electrónicos.

En su calidad de iconos, han creado una sintaxis muy específica que se conoce y se comparte entre los usuarios (la connotación que se la da en el diálogo depende de los participantes).

También es importante apuntar que se utilizan de forma preferente en situaciones informales y contextos positivos aunque no de manera unívoca.

Lo más significativo –aunque no novedoso- es que se entrevén indicios de convencionalización en su uso, si bien no existen normas estandarizadas.

ER