¿Qué se celebra en el Día de los Santos Difuntos?

Estamos en los días de celebración a la muerte como parte de la vida, Halloween, el Día de Todos los Santos y el Día de los Santos Difuntos.

Esta celebración conmemora a los Fieles Difuntos, es un día feriado religioso dentro de algunas Iglesias cristianas, en memoria de los fallecidos.

Se conmemora el 2 de noviembre​ y su objetivo es orar por aquellos fieles que han acabado su vida terrenal y, en el caso católico, por quienes se encuentran aún en estado de purificación en el Purgatorio. Esta celebración no debe ser confundida con el Día de Todos los Santos a pesar de que ambas se celebren con el mismo objetivo.

Leer también: Papa Francisco: «Amar al prójimo como a sí mismo vale más que todos los sacrificios»

La celebración se basa en la doctrina de que las almas de los fieles que al tiempo de morir no han sido limpiadas de pecados veniales, o que no han hecho expiación por transgresiones del pasado, no pueden alcanzar la Visión Beatífica, y que se les puede ayudar a alcanzarla por rezos y por el sacrificio de la misa.

Ciertas creencias populares relacionadas con el Día de los Difuntos son de origen pagano y de antigüedad inmemorial. Así sucede que los campesinos de muchos países católicos creen que en la noche de los Difuntos los muertos vuelven a las casas donde antes habían vivido y participan de la comida de los vivientes

El origen de la fiesta se remonta al año 980 cuando el abad del Monasterio de Cluny, llamado San Odilón u Odilo sugirió la idea de la creación de un día en el que se honrase a los muertos. Su idea fue bien aceptada por otras congregaciones siendo la primera de ellas en aceptarla la Diócesis de Lieja en el año 1000, hasta ser aceptado como fecha en la que la Iglesia lo celebra.

Como dijo el Papa Francisco durante el Ángelus del 2 de noviembre del año 2014: «Ayer celebramos la solemnidad de Todos los santos, y hoy la liturgia nos invita a conmemorar a los fieles difuntos. Estas dos celebraciones están íntimamente unidas entre sí, como la alegría y las lágrimas encuentran en Jesucristo una síntesis que es fundamento de nuestra fe y de nuestra esperanza. En efecto, por una parte la Iglesia, peregrina en la historia, se alegra por la intercesión de los santos y los beatos que la sostienen en la misión de anunciar el Evangelio; por otra, ella, como Jesús, comparte el llanto de quien sufre la separación de sus seres queridos, y como Él y gracias a Él, hace resonar su acción de gracias al Padre que nos ha liberado del dominio del pecado y de la muerte»