Detrás de las apariencias, muchas veces se ocultan las causas reales que explican una determinada conducta. Las autoridades brasileñas invitaron a la toma de posesión presidencial de Jair Bolsonaro a los presidentes de Venezuela, Nicaragua y Cuba y luego retiraron la invitación, con el argumento de que se trataba de gobiernos dictatoriales. 

Sin embargo, la invitación no le fue retirada a Corea del Norte. De modo que es razonable pensar que detrás del argumento aparente hay otras causas que motivan la decisión brasileña y que poco tienen que ver con las formas de gobierno de los países mencionados. Habría que buscar entonces la explicación en otros elementos que se desprenden tanto de consideraciones internas de la política brasileña, como de carácter internacional.
En el plano interno, los planteamientos que definen las políticas que adelantará Bolsonaro tienen que ver con sus posiciones favorables a la discriminación racial y la desigualdad social, intolerancia hacia la diversidad de género, rechazo de las conquistas de las mujeres y oposición a los programas sociales de atención a los sectores desfavorecidos.
Esa visión de Bolsonaro, que ha sido calificada como de ultraderecha por la prensa internacional, opone al nuevo gobierno brasileño a las fuerzas del centro democrático y de la izquierda moderada de su país. Y estas fuerzas, todas, tienen buenas relaciones con Cuba y, una parte de ellas, con Venezuela.
Es indudable que ha sido ese enfrentamiento entre visiones políticas internas contradictorias el elemento que ha impulsado al nuevo mandatario a enemistarse o polarizar con Venezuela, Cuba y Nicaragua. El argumento de “dictadura” es una excusa inconsistente, dado el numero elevado de gobiernos no democráticos que han sido invitados, no solo Corea del Norte.
En el plano de la política internacional, la explicación de la forma tan frontal en que se ha asumido el enfrentamiento seguramente tiene que ver con la decisión del nuevo gobierno brasileño de alinearse completamente con la política exterior de Donald Trump y de traspasar los límites del profesionalismo que ha caracterizado la diplomacia de Itamaraty.
Habría que precisar, al mencionar la política exterior de Trump, que su eje de referencia no es el de intervenciones para imponer “sistemas democráticos”. En lo esencial, el núcleo de su política exterior hacia Latinoamérica apunta a la actualización de la doctrina Monroe, en la que se entiende la región como un espacio económico exclusivo de Estados Unidos y de su andamiaje productivo y financiero. No se admiten relaciones multipolares.
Y para ello se pudiera utilizar la presión o la fuerza. Esta política monroista ha sido expuesta de manera diáfana, sin intentos de ocultarla o disimularla , por los encargados de la política exterior estadounidense, tanto Rex Tillerson como Mike Pompeo. Lo que no se sabe todavía es cómo hará Bolsonaro para prescindir de las inversiones chinas y del flujo comercial. Sí, tal vez la realidad lo apacigüe.
El Universal