Venezuela a la conquista de la Serie Hípica del Caribe

El calor del Clásico del Caribe se traslada a Miami. Sí, claro, no es que vaya a cambiar de clima, sino que se queda en la zona que componen los miembros de la Confederación Hípica del Caribe: Jamaica, México, Panamá, Puerto Rico, República Dominicana, Trinidad & Tobago y Venezuela. La península de Florida por poco no es parte del Mar Caribe, que toca archipiélagos y continente y los convierte en paraísos.

Por primera vez desde la jornada inaugural, en 1966, el clásico que hoy es una serie con otros cuatro clásicos entra en un territorio foráneo pero amigable, casi una sucursal: la enorme colonia hispanoamericana debe estar en el núcleo de clientes del Grupo Stronach, que maneja el hipódromo de Gulfstream, un complejo de entretenimiento en el que no falta el casino y uno de los hipódromos fundamentales de los Estados Unidos. El escenario es, además, sede de la carrera con mayores premios del mundo: la Pegasus World Cup Invitational, para la cual cada propietario compra un lugar en la gatera por 1 millón de dólares y, de los 16 millones de la bolsa (corren 12 caballos ylos organizadores aportan 4 millones), 7 son para el ganador.

Hace unos años, se barajó la posibilidad de que el Gran Premio Latinoamericano, la carrera internacional que cada año rota por la Argentina, Brasil, Chile, Perú y Uruguay, también tuviera como sede Gulfstream Park, una idea que naufragó por las cláusulas sanitarias y el oneroso costo de tralado.

Con 300.000 dólares en premios (174.000 al ganador) y reservado para caballos de 3 años que compitan en los países miembros, sobre 1800 metros, el Clásico del Caribe será una fiesta más que nunca, porque los varios de los mejores jockeys en los Estados Unidos son latinoamericanos: Javier Castellano (Venezuela), Irad Ortiz Jr. (Puerto Rico), John Velazquez (Puerto Rico, va a montar una yegua venezolana), Emisael Jaramillo (Venezuela, ganador de la estadística en la temporada de Gulfstream West, va por su sexta victoria en el clásico), Joel Rosario (República Dominicana), Luis Sáez (Panamá). Incluso estará el peruano Edwin Talaverano, de larga y exitosa trayectoria en la Argentina.

Con ese panorama, parece sencillo deducir porqué el Clásico del Caribe se correrá en el hipódromo ubicado en Hallandale, al norte de Miami Beach. Una mutua atracción. “Cuando compramos un caballo pensamos en ganar el Gran Premio Simón Bolívar, pero el objetivo internacional es el Clásico del Caribe”, asegura el venezolano Hugo Albarrán, presidente de la Confederación Hípica del Caribe.

Cuenta el directivo que Andy Stronach, hijo de Frank, el magnate hípico que preside Stronach Group, estuvo el año pasado en Puerto Rico y quedó encantado con el espectáculo. “Se nos acercó y se mostró interesado en llevar la carrera a Gulfstream. Nos reunimos en Miami con los representantes del grupo y encontramos un obstáculo insalvable, la piroplasmosis (un mal que aqueja a los equinos y se contagia por la garrapata, además del contacto cercano, y afecta el cerebro). Para ellos era imposible que se presentara un caballo con ese problema allí. En Puerto Rico se permitía correr con esa enfermedad y en marzo de este año firmamos un acuerdo. Parecía una quimera, fueron 4 años de trabajo que culminaron en ese encuentro”.

Albarrán cuenta cómo sí se saltaron escollos, después de que el tema sanitario se saldara con una cuarentena separada del parque caballar estable en el hipódromo norteamericano. “Transportamos 13 caballos y 3 tienen el vector (de la piroplasmosis), no llegan a 12 para los 5 clásicos, un 12%. Es un mal endémico. Habrá una cuarentena especial de 7 días en dos caballerizas, una para los positivos de piroplasmosis. Los ejercicios los hicieron separados unos de otros.

“Entendemos que ser anfitriones nuestros supone un crecimiento del negocio del turf de Florida. Se ha operado la globalización en el turf. No es tanto el mercado de nuestros países para allá. Esto puede generar interés de ese gran mercado por las carreras de México a Tierra del Fuego”.

El hecho de que el Clásico del Caribe ingrese en el sistema del Grupo Stronach, que opera además Santa Anita Park, en California, y Pimlico, en Maryland, hará que se pueda apostar sobre la carrera en todo Estados Unidos.

Gulfstream tiene en su web un espacio en español, además de una transmisión con dos relatores y comentaristas hispanos -a veces se exceden un poco y traducen nombres propios- que atraen a los numerosos latinos de la región. “Gulfstream Park paga los premios, las cuarentenas y eso nos ahorraría 1,5 millones de dólares. El transporte cuesta 100.000 dólares; 11.500 nos sale a los venezolanos. Esperamos que si hay un buen resultado puedan hacerse cargo. La realidad es que todo el mundo quiere estar en Miami”, sigue Albarrán, que apunta que Ecuador se agregó como socio pleno a la organización.

El Clásico del Caribe repartirá 300.000 dólares, con 58.000 para el primero. “El Simón Bolívar ofrece 100 millones de bolívares, unos 10.000 dólares -compara- y un premio de una carrera normal es de 2000 a 3000 dólares. Mientras, un caballo cuesta 20.000 dólares. cuesta un caballo. No hay relación precio-valor”. De todas formas, esta verdad abarca a toda América fuera de Estados Unidos y, en menor medida, Canadá. El directivo relativiza, entonces, el hecho de que durante las administraciones de Hugo Chaves y Nicolás Maduro, que “han nacionalizado todo”. Esta carrera está más allá de cualquier coyuntura: “No vamos por el dinero sino por la gloria”.

El Clásico del Caribe está acompañado por una carrera para “importados”, la Copa Invitacional (2000 m), cuya condición es que los caballos hayan estado 120 días previos en cada país. El Clásico Dama del Caribe (1700 m), para yeguas, la Copa de la Velocidad (1200 m) y la Copa Confraternidad (2000 m). Son 48 ejemplares de 7 países y 733 mil dólares en premios en total.

Esperamos que Gulfstream tenga éxito, económicamente sobre todo, para hacer un contrato. Aspiramos a correr 4 años consecutivos en Florida”. La ilusión está en marcha.

Información de: La Nación