En la parroquia Concepción, un sector conocido por su nombre evocador, Caja de Agua, se ha convertido en un escenario de polvo y desesperación. Lo que en mayo comenzó como una solución largamente esperada, ha dejado a sus habitantes en una encrucijada que amenaza con llevarse su salud y tranquilidad.
En el corazón de este problema se encuentra la calle 47, entre las avenidas 13A y 13B. Allí, tras los trabajos de la hidrológica para reparar el colapso de las cloacas, la tierra se ha adueñado del paisaje. Zamira Mujica, una vecina afectada, resume el sentir de su comunidad, “en el mes de mayo iniciaron los trabajos, pero ahora nos vemos afectados porque mira cómo están las calles, con tanta tierra que está afectando la comunidad”.


El polvo, omnipresente, ha comenzado a pasar factura. Según Zamira, el problema ya ha desencadenado «enfermedades respiratorias» en varios residentes, y lo que es más preocupante, «algunos adultos mayores con diarrea». Además, un olor nauseabundo impregna el aire, y los vecinos no saben de dónde proviene. La impotencia ante la situación ha obligado a los residentes a tomar medidas por su cuenta, colocando escombros para evitar que el lodo les impida el paso cuando caen las lluvias.
Pero el polvo y el barro no son los únicos enemigos. El sector se enfrenta a otro problema: la falta de iluminación. La oscuridad total de la calle, que se vuelve aún más densa al caer la noche, es un peligro constante. Una vecina, con una mezcla de humor larense y desazón, comentó: “aquí en la noche pasa hasta la llorona”.



A pesar de estas dificultades, los vecinos reconocen el valor del trabajo realizado para reparar las cloacas. “Estamos muy agradecidos porque nos solucionaron lo de las cloacas”, expresan. No obstante, el agradecimiento viene acompañado de una urgente petición. El llamado a las autoridades es claro y directo: “pero ya necesitamos el asfaltado y luminarias”. La esperanza es que, así como se resolvió un problema, se dé respuesta a los que ahora los atormentan.
Los residentes de Caja de Agua no piden un favor, sino que se concluya un trabajo. Su llamado es un recordatorio para las autoridades de que una obra no termina hasta que se subsanan todas sus consecuencias. El asfalto y la iluminación no son lujos, son necesidades básicas que devuelven la dignidad y la seguridad a un sector que, tras un respiro, se ha quedado atrapado entre el polvo y la oscuridad.
Oriana Lorenzo / Noticias Barquisimeto