El 27 de enero de 1945 el ejército soviético liberó el mayor campo de concentración y de exterminio nazi, el de Auschwitz-Birkenau. Con motivo de esta efeméride, de la que se cumplen 73 años, el mundo celebra este sábado el Día Internacional de Conmemoración en Memoria de las Víctimas del Holocausto.

No sé puede determinar con exactitud cuántas vidas se cobró la ‘fábrica de la muerte’ desde su apertura en 1940. Se estima que a Auschwitz fueron enviados 1,3 millones de personas, de las que 1,1 millones murieron. El 90 por ciento de las víctimas eran judíos. El campo se convirtió en el símbolo del Holocausto.

Estas son algunas de las desgarradoras historias de exprisioneros los campos de concentración nazi que hoy participan en este día conmemorativo en el Parlamento Europeo, citados por RIA Novosti.

El campo de concentración Auschwitz-Birkenau, en cuyo territorio en 1947 se creó un museo. / Valery Melnikov / Sputnik

Paul Sobol: Sobrevivió a toda su familia

El judío belga Paul Sobol fue arrestado en 1942 junto con su familia y enviado al campo de Auschwitz. Fue el único miembro de su familia que sobrevivió. En 1945 fue trasladado al campo de concentración Dachau. “El 1 de mayo fui liberado por los estadounidenses. Tenía 19 años”, recuerda.

Herman Neuman: Ducharse 1 vez cada 10 meses

Este judío belga fue arrestado junto con su familia por una denuncia. Herman tenía dos hermanos casados, con hijos pequeños: ni sus esposas ni sus bebés lograron sobrevivir.

El hombre pasó casi tres años en campos de concentración nazis. En 1944 fue trasladado a Auschwitz III, donde trabajaba “desde las 6 de la mañana y hasta las 6 se la tarde”. Durante la jornada laboral se les prohibía comer.

El ejército soviético libera a los prisioneros del campo de concentración Auschwitz-Birkenau. / Boris Ignatovich / Sputnik

“Nos raparon las cabezas. También recuerdo que hacía un frío horrible”, cuenta. “No todos lograron sobrevivir. Tuve suerte porque era joven. Las personas mayores y los que estaban físicamente más débiles murieron. Fue un verdadero presidio”.

Neuman señala que hasta abril de 1944 llevó la misma ropa con la que había sido arrestado y que durante todo el tiempo que duró la reclusión solo pudo ducharse “tres veces”.

El prisionero fue evacuado de Auschwitz cuando las fuerzas soviéticas ya se acercaban al campo, y pasó 20 días andando de pie. “Del campo salieron 7.000 personas, pero a Buchenwald y otros campos llegaron solo 1.200”, dice. “A los que no podían andar los mataban a disparos en el lugar. Ni siquiera teníamos zapatos, envolvíamos los pies con trapos”.

El hombre fue liberado de Buchenwald en abril de 1945, cuando tenía 19 años.

Tomas Radil: Adaptarse para sobrevivir

El profesor checo Tomas Radil fue llevado junto con su familia en un vagón de carga a Auschwitz-Birkenau, donde todos debían acudir al punto de clasificación. “Mis padres estaban completamente sanos, tenían 63 y 56 años. Querían estar juntos y su deseo se cumplió: fueron enviados juntos al crematorio”, relata.

Aunque aún no había cumplido 14 años, decidió mentir a los nazis, y les dijo que era cerrajero y que tenía 16 años. “Me di cuenta de que era necesario adaptarse: de lo contrario, te mataban”.

Radil fue enviado a un barracón especial para adolescentes donde las condiciones eran muy duras. Según él, los alemanes realizaban selecciones de los adolescentes sin un fin claro. Una de las selecciones fue lleva da a cabo por el doctor principal de Birkenau que “se aburría”. “Señalaba a los chicos uno tras uno: a un lado los que hay que matar, a otro lado los que dejar vivos”.

Después, Radil fue enviado al principal campo de trabajo de Auschwitz, donde las condiciones eran mejores. El 27 de enero de 1945 fue liberado por el ejército soviético. “Estaban muy felices de que los soldados del Ejército Rojo nos hubieran ayudado, pero la sensación de felicidad duró varias horas, tal vez días, pero no más”, recuerda. “Porque antes teníamos un objetivo claro, sobrevivir. Pero después de la guerra no nos quedaban objetivos claros, no sabíamos que hacer concretamente. Tampoco sabíamos que les había pasado a nuestras familias y que nos esperaba en casa…”, recuerda.

“Llegué a casa el primero. No había nadie feliz. Algunos regresaron, pero la mayoría no. Después de todo aquello, no vi caras sonrientes por mucho tiempo”, concluye.

 

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