Para miles de barquisimetanos que residen en la populosa zona norte de la ciudad, cada día comienza con una dosis de paciencia y resignación. El transporte público, lejos de ser una solución, se ha convertido en un verdadero calvario, una historia de nunca acabar que se repite en cada parada, en cada autobús abarrotado y en cada reclamo al aire.
Desde hace años, la promesa de un servicio eficiente y digno para quienes se dirigen a sus trabajos, universidades o escuelas, parece ser una quimera. Las esperas interminables en las paradas son solo el preámbulo de una experiencia que raya en lo exasperante. «A veces tardo entre 45 minutos y una hora en llegar a mi destino, ¡y eso si tengo suerte!», comenta una estudiante universitaria de la UCLA en la parada del 5 estrellas.
La espera, según los usuarios, es una lotería. «Hay días que uno llega y se va de una vez porque la buseta ya estaba en la parada, y hay otros días que duro mucho esperando, y encima se tardan una eternidad, creo que depende de la hora en la que uno está esperando en la parada», señaló una señora que se disponía a hacer unas diligencias.
Otro testimonio, el de una trabajadora del hospital, quien se encontraba en la parada de la pasarela del Cuji, resalta la frustración del tiempo perdido: «Suelo tardar como media hora, entre la colita de carros y lo que duran ellos en cada parada«. Un joven estudiante de odontología, con apenas cinco minutos de espera, ya mostraba preocupación de llegar tarde a su clase, sentándose y parandose constantemente.



Pero el tiempo no es el único factor de descontento. La escena más común dentro de las unidades es el apiñamiento de pasajeros, impulsado por los colectores que, más allá de cobrar el pasaje, parecen tener la misión de convertir cada bus en una lata de sardinas. «¡Colaboren en el pasillo!», es la frase lapidaria que resuena en los oídos de quienes, ya incómodos, buscan un mínimo espacio para respirar.
Esta práctica no solo genera molestias físicas, sino que también expone a los usuarios a empujones y toques sin consentimiento, una situación alarmante que vulnera la integridad de las personas.
A este panorama se le suma la tarifa, que muchas veces es objeto de debate y malestar. Entre 30 y 40 bolívares por un pasaje, una cifra que golpea directamente el bolsillo de la ciudadanía, especialmente el de los adultos mayores y estudiantes, cuya situación económica rara vez es tomada en cuenta, tal y como justo le ocurrió a un caballero en la parada del Destacamento #14, quien relataba su calvario: «Tengo rato esperando aquí, con solo 20 bolívares en las manos y nadie me los acepta para ir al centro».
«No les importa si eres un adulto mayor o un estudiante, te cobran lo que les da la gana y punto», afirma con frustración un pensionado que también fue consultado por Noticias Barquisimeto.

La otra cara de la moneda: Malos tratos y «malandreos»
La relación entre usuarios y transportistas, en especial con los colectores, es otro capítulo oscuro en esta odisea diaria. Los relatos de amedrentamiento son constantes. Caras largas, respuestas altaneras y hasta amenazas verbales son el pan de cada día para quienes intentan pagar un pasaje incompleto por limitaciones económicas o simplemente reclaman por el trato recibido. «Te hablan como si fueras un delincuente, con esa forma ‘malandreada’ que da miedo», confiesa una joven.
Además, la disputa por cada pasajero ha llevado a una guerra sin cuartel en las calles. Las peleas con carros particulares y mototaxis son habituales, sobre todo en semáforos y paradas. La imprudencia al atravesarse en la vía pública para «ganar» un pasajero más, genera caos vial y pone en riesgo la seguridad de todos. Es una competencia desleal donde el usuario es el principal perjudicado.


Ante este escenario desolador, muchos barquisimetanos han optado por alternativas que, aunque más costosas, les garantizan un viaje más seguro y rápido. Mototaxis, carritos particulares de cinco puestos e incluso las aplicaciones de transporte se han vuelto una solución para quienes ya no soportan la situación del transporte público tradicional.
La zona norte de Barquisimeto clama por una solución efectiva. Un transporte público digno, con tarifas justas, unidades en buen estado y un trato respetuoso, es una necesidad urgente. Mientras tanto, la paciencia de los usuarios se agota y el «dolor de cabeza sin remedio» continúa siendo una realidad que se vive a diario en las calles de la capital larense, en especial de las parroquias Cují y Tamaca.
Rubén Conde/Noticias Barquisimeto