En el horizonte occidental de Barquisimeto se alzan unas estructuras imponentes, casi fantasmales: las Torres de El Sisal. Más allá de su silueta inconfundible, estas construcciones encierran una historia tan profunda como sus propios cimientos, tejiendo un relato de promesas incumplidas, tragedias silenciosas y el eco persistente de mitos urbanos que resuenan en la memoria colectiva de los guaros.
Lo que alguna vez se concibió como un ambicioso proyecto habitacional, hoy se erige como un monumento al fracaso. Las Torres de El Sisal son un ejemplo palpable de cómo la visión arquitectónica y la ejecución ingenieril pueden desmoronarse, dejando a su paso no solo esqueletos de concreto, sino también una profunda cicatriz en la esperanza de quienes alguna vez soñaron con un hogar entre sus muros.

La historia de las Torres de El Sisal va mucho más allá de ladrillos y cemento. Es un lugar que, trágicamente, ha sido testigo de innumerables intentos de suicidio y otros más que si lograron su cometido. La altura imponente de las torres, su aislamiento y su aura de abandono las han convertido en un destino fatídico para aquellos que, sumidos en la desesperación de enfermedades mentales o agobiados por las presiones de la vida, ven en su cima una salida a su dolor.
Al momento de la paralización de la obra, presuntamente el empresario responsable de la obra había invertido todo su capital; habitantes de la zona han comentado innumerables veces «él estando ahogado en deudas y sin posibilidad de recobrar su dinero, optó por subir a una de las torres y lanzarse al vacío», siendo este la primera de las tantas víctimas.


Y como si no fuera suficiente, las Torres de El Sisal están envueltas en un velo de mitos y leyendas urbanas que alimentan el imaginario colectivo. Muchos hablan de presencias extrañas, de ruidos inexplicables en las noches y de sombras que deambulan por sus pasillos vacíos, «algunos cuentan que cuando estas en los pisos más altos de las torres se escucha un susurro, ‘lánzate’. manifiesta David Martínez, residente de la urbanización El Obelisco.
Algunas historias, quizás con un toque de morbo, sugieren que las almas en pena de aquellos que no encontraron paz en vida, deambulan por las estructuras. Otros relatos populares, más fantásticos, cuentan sobre extrañas sectas o rituales que se realizan en la soledad de sus pisos. Estas leyendas, transmitidas de boca en boca, no hacen más que añadir una capa de misterio y temor a un lugar ya de por sí cargado de simbolismo.

Cada historia de un intento de suicidio en El Sisal es un grito silencioso que nos interpela como sociedad, recordándonos la urgente necesidad de abordar la salud mental y ofrecer apoyo a quienes más lo necesitan Las redes sociales, por ejemplo, están llenas de comentarios de vecinos y ciudadanos que lamentan estos sucesos, muchos pidiendo intervención de las autoridades o de organizaciones que brinden ayuda psicológica.
Para los Barquisimetanos, las Torres de El Sisal son más que un par de edificios abandonados. Son un recordatorio de lo que pudo ser y no fue, y un eco de la fragilidad de la mente humana.
Oriana Lorenzo / Noticias Barquisimeto