Simón Díaz celebra por los cielos 93 años de eternidad

Simón Díaz Querido tío Simón

Te fuiste por los senderos de Barbacoas, por los mismos que habías llegado a las ocho de la mañana de aquel día ocho del octavo mes, en el lluvioso año veintiocho. Fuiste el hijo mayor de un hogar de ocho hermanos, tu padre: el maestro Juan Díaz. Tu amada madre María Márquez, a ella le hiciste hermosos versos en tu adolescencia:

“Y mi madre se doblaba

a orillas del río San Juan,

lavando ropa ajena

para redondear el pan”

Doña María enviudó muy joven y la vida la llevó a luchar contra la grisura de las adversidades para levantar a sus hijos. Entonces tú asumiste la responsabilidad del hombre ausente.

Las palabras que llevaste a tus canciones, ahora las conocen todas las naciones: guamachito, carutal, embarbascao, terné, taguapire, morichal. Montadas en la cometa de tus melodías recorrieron las calles de París, entraron a las viejas paredes del Carnegie Hall, retumbaron en las estepas argentinas y en los solares más lejanos de América. El niño inquieto que acompañaba a su padre cada tarde a encender la radio en la Plaza Bolívar de su lar llanero, que soñaba ser un cantor como Gardel o Sadel, superó cualquier parámetro artístico y llegó a ser “El Tío Simón”: el rasgo más importante de la identidad musical venezolana.

Qué hubiese pasado si tú no te empeñas en sembrar la tonada en nuestros corazones, quizá hubiese desaparecido ese canto de faena, de poesía elemental, hermosa como una oda nerudiana, con bellas melodías expresadas en tu falsete de límpida afinación, respaldada por los acordes básicos de tu cuatro. Alí Primera lo reconoció y lo plasmó en su cantó: “Qué sería de la tonada si no existiera un Simón”:

“La tonada es buenamoza

cuando la canta Simón

parece que sus mejillas

recobraran el color

que ha perdido nuestro pueblo

al olvidar su canción”

Todo lo vivido lo hiciste música o poesía, lo convertiste en anécdota llena de un humor envolvente. Cuando llegaste a Caracas en 1948 eras un muchacho veinteañero, un joven romántico que cantaba tangos, por esos días era canto mayor en este continente. Ya traías la experiencia de ser bolerista de la Orquesta Siboney, la misma donde habías comenzado como atrilero. Compartiste las clases de música del maestro Vicente Emilio Sojo, al lado de tu amigo José Antonio Abreu, quien décadas más tarde le regalaría a Venezuela el magnífico Sistema de Orquestas que tanto aplaudiste y celebraste. En Caracas tú te aviniste a trabajar como vendedor y cobrador mientras creabas tus canciones en las noches capitalinas. En 1954 nació “Tonada del cabrestero” la pionera de tu gran ciclo autoral:

“Camino del llano viene

puntero en la soledad

el cabestrero cantando, ay

su copla en la madrugá”

Con tu sonrisa, destello de luz que abrazaba, supiste revelar la grandeza de nuestra patria, con símiles sencillos descifraste los misterios del amor y la querencia. Describiste el nacimiento del Niño Dios en pleno llano:

“La vaca Mariposa tuvo un terné

un becerrito lindo como un bebé

los arroyitos todos le llevan flores por el amanecer

y ella lo esconde por los mogotes que no se ve”

Querido Simón Narciso, nos dejas una obra colosal, una inmensa producción recogida en 70 álbumes, que son banderas sonoras, izadas por múltiples intérpretes en diversos idiomas. Una de ellas, “Caballo viejo” animal que tanto amaste, admiraste, en él te reflejabas, fue tu leal compañero, poderoso campeador. El caballo te permitió describir el tema más universal que podemos pensar: el amor, el hombre enamorado en el ocaso de su vida. Tantas voces lo han interpretado y lo seguirán cantando eternamente:

“Caballo le dan sabana

y tiene el tiempo contao

y se va por la mañana

con su pasito apurao

a verse con su potranca

que lo tiene embarbascao”

También le compusiste a tu admirado equino en tiempo de danzón, recordando tus días de temprana carrera con la Siboney, lo titulaste “Mi caballito”:

“Regresa pronto

caballito primoroso,

taguapire milagroso,

ayúdame a resolver.

Porque los hombres

no son hombres verdaderos

cuando pierden su sombrero

su caballo y su mujer”

Tío Simón te enamoraste de Caracas, la ciudad de Billo Frómeta, la sultana del maestro Sojo, la urbe al pie del Ávila donde fuiste locutor en la radio pionera de los años 50, animador de televisión, actor de cine, humorista genial:

“Una mujer con dos hombres

yo la llamo precavida,

si se le apaga una vela

otra le queda encendida”

Fueron tantas las ocasiones en que compartiste el escenario con tu hermano menor Joselo, que de seguro ya está tumbando mangos, haciendo chistes y riendo a tu lado en las sabanas del cielo. En una ocasión contó, que te llamaba a menudo para saber de ti, y cuando le contestaba su cuñada Betty, raudo y en tono típico llanero le decía: “Señora por favor, con el fósil”.

Han visto muy triste a Pedro Almodóvar, apenado al saber de tu partida, el célebre manchego que te incluyó un su cinta de 1995 “La flor de mi secreto” con la magistral interpretación de “Tonada de luna llena” en la voz del carioca Caetano Veloso:

“Yo vi de una garza mora

dándole combate a un río

así es como se enamora

tu corazón con el mío”

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Luego de finalizar una función de su gira “Caballero de fina estampa,” Caetano declaró en su portugués musical: “Al cantar la tonada de Simón el público hace un silencio profundo, casi místico. Por ello prefiero cantarla a cappella, como me contaron lo hacían los llaneros en las madrugadas de labranza”.

Tus hijos se multiplicaron, la familia que levantaste junto a tu esposa Betty creció, ahora llega a casi 30 millones, y todos estamos bajo tu manto paternal, unidos por tu voz, espantando pesares con tu sombrero.

Recuerdo la ocasión cuando declarabas a tu amigo Pedro León que no tenías temores, pues tu corazón estaba acorazado por el amor: “A Dios no le temo, sino que lo amo y le agradezco que me haya cuidado tan bellamente”.

Tu querido colega catalán Joan Manuel Serrat, habla desde su admiración: “Simón no es una canción, es una obra”. Y yo me pregunto: ¿A cuántos países llegarán ahora las partituras de tus obras, ahora que te has librado de tu cuerpo de 85 años, maltrecho por los padecimientos, los estragos del tiempo: y te has convertido en melodía universal, absolutamente libre?

Ese Dios de amor al que le orabas en tus madrugadas, “cuando los chinchorros se mueren de soledad” te recibió en este febrero mustio, exactamente el día 19, a las ocho de la mañana. Nos dejaste un silencio largo y espeso. Los técnicos de la comunicación digital dijeron que eres una tendencia, los noticieros te reseñaron como el más grande exponente de la canción folclórica venezolana. Yo te declaro: el compositor que mejor llegó al corazón de esta tierra, lo tocó y lo hizo tonada. El alma venezolana la elevaste a lo más azul del cielo, donde ahora te encuentras