Santo del Día | Sergio, el guardián de Dios

Apartarse del mundo era visto como una necesidad para poder conseguir el aislamiento, que permitiera mantener al espíritu en presencia constante con Dios; Sergio no fue la excepción y le demostró al Gobernador el poder de Dios apagando el fuego de la hoguera durante la festividad de Júpiter

Sergio de Capadocia (Turquía) vivió en el siglo III, desempeñando el cargo de magistrado romano en la ciudad de Cesarea de Capadocia; durante todo ese tiempo, tuvo una posición económica privilegiada, dedicado exclusivamente a los quehaceres burocráticos paganos, que se vivía en el imperio romano. Pero Dios tenía una carta bajo la manga, reservada para el honorable magistrado.

El Renacimiento

Sergio no tenía ninguna meta religiosa; sin embargo, Dios le toco el corazón, sintió su llamada, y desde ese momento comenzaría una vida nueva, como si hubiese vuelto a nacer.

San Sergio de Capadocia

Convertido al cristianismo quiso ser consecuente consigo mismo, tomándose muy en serio su firme decisión; no se anduvo por las ramas y se entregó a llevar una vida de ermitaño dedicada por entero a Jesucristo. Se hizo monje, y a pesar del buen trato que recibió allí, sus deseos de unirse más íntimamente a Dios, lo motivaron a algo más.

Apartarse del mundo era visto como una necesidad para poder conseguir el aislamiento, que permitiera mantener al espíritu en presencia constante con Dios; en este retraimiento eremítico, vivió Sergio en un constante ejercicio de piedad, hasta la fecha en que habían de tener lugar las celebraciones anuales en honor a Júpiter, un dios pagano.

Leer también: Santo del Día | Policarpo: “El anciano que dio muchos frutos”

El milagro del fuego

El Emperador Diocleciano ordenó en el año 304 al Gobernador Sapricio una de tantas persecuciones a los cristianos por la fiesta en honor al dios Júpiter; en la celebración eran obligados a rendir culto al dios pagano. Dentro de la multitud se encontraba un anciano desnutrido y demacrado, en cuyo rostro se podían ver las huellas que había ido dejando una vida hecha de ayunos, insomnios y toda clase de privaciones, era Sergio.

En ese momento, Sergio reprochó al Gobernador delante de todo su pueblo, diciéndole que admiraba al dios equivocado; luego de rezar una plegaria, sucedió algo sorprendente,el fuego preparado para quemar a los cristianos fue consumiéndose hasta que se apagó del todo, sin que nadie pudiera dar explicación de lo que había pasado.

Iconografía de San Sergio de Capadocia

 La incredulidad de lo acontecido llevó a Sapricio a culpar a los cristianos de haber molestado a Júpiter; fue entonces cuando Sergio se dirigió al Gobernador para decirle que esto había sido una intervención providencial del único y verdadero Dios, al que los cristianos adoran.

Mártir por amor

Por estos hechos, fue arrestado y condenado inmediatamente a muerte; la sentencia fue decapitación, y se ejecutó el 24 de febrero del año 304 d.C. Unos cristianos se encargaron de recoger el cuerpo del mártir y enterrarlo en la casa de una piadosa mujer, aunque una leyenda posterior narra que el cuerpo fue trasladado a Badalona. ​

Su valentía y su compromiso con Dios le llevaron a ser santificado; Sergio proviene del latín Sergius y significa “protector” o “guardián”.

Capadocia, donde el tiempo se detuvo

El martirio sigue y seguirá siendo el máximo testimonio de fe; y en la actualidad continúa habiendo una legión de mártires anónimos, que se cuentan por centenares. Cada cristiano debería estar preparado, porque de forma cruenta o incruenta puede llegar en cualquier momento.

Agelvis Villalonga L.