Fue un monje benedictino que vivió durante el siglo V, siendo asesinado junto a doce compañeros durante una invasión de arrianos; permanecieron juntos en el monasterio, y dieron su vida como testimonio de su Fe
Jesús había prevenido a sus discípulos que nunca faltaría en la Iglesia la persecución, y así se ha cumplido siempre; esto le ocurrió a Ramiro y a sus compañeros cristianos, en la Galicia del siglo V, pues, no eran buenos tiempos para los creyentes en Cristo.
La región se encontraba en poder de los invasores suevos, y todos ellos vivían y practicaban la herejía de Arrio; en este sentido, en la ruta del camino de Santiago (León), en el Monasterio de San Clodio, vivián felices el Abad Vicente, Ramiro y el resto de los monjes benedictinos.
El Abad Vicente, defendía que Jesús era Hijo de Dios, en contraposición a la herejía arriana; es por ello que, de manera tentadora aunque engañosa, le hicieron saber a Vicente que iba a tener lugar un conciliábulo para tratar el tema que separaba a los cristianos de los arrianos. Con ánimo y aspecto de valiente, no perdió la ocasión de proclamar su Fe en Cristo Hijo de Dios, y al ver que no podían convencerlo con palabras y razones, lo martirizaron el 11 de marzo del 554.
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Espíritu intrépido
La tradición dice que Vicente se le apareció al resto de los frailes mientras rezaban, y les dijo que si querían perecer por la Fe podían hacerlo, pero que si se consideraban débiles para el martirio podían huir y esconderse en la sierra.
Ramiro había quedado como Superior del Monasterio, y en el fondo sabía que le tocaría seguir los pasos de su maestro, por lo que, sometió su idea al juicio de los demás monjes; estaba dispuesto a proclamar por toda Galicia la Doctrina cierta y segura del Concilio de Nicea. Si algunos querían seguirle, que lo dijeran, los que no quisieran correr igual suerte, podían quedarse en los montes cercanos. A todos les dijo: “No os acobarde el furor de los herejes”, muchos huyeron al monte.
Ramiro junto a doce intrépidos religiosos se pusieron en oración, dispuestos a dar la vida por su Fe en Jesucristo; no se hicieron esperar los herejes, bien armados, con sed de sangre y llenos de violencia, se presentaron en el monasterio.
Los monjes se pusieron a cantar con fervor el símbolo niceno, poniendo especial fervor y entusiasmo en las palabras que afirman la divinidad de Cristo; el Señor les fortalecía interiormente a todos. Esto exasperó más aún a los arrianos, y arremetieron furiosos contra ellos y los mataron a cuchilladas.
Fue así, como rezando y cantando, marcharon Jubilosos al paraíso a recoger la gloriosa corona del martirio, el 13 de marzo del 554; sus restos se encuentran en la Iglesia de San Marcelo, y su memoria litúrgica se celebra el 13 de marzo.
Agelvis Villalonga L.