Santo del Día | Matilde: “Madre, Reina y Santa”

Hija del Duque de Westfalia; desde niña fue educada por las monjas del convento de Erfurt y adquirió una gran piedad y una fortísima inclinación hacia la caridad con los pobres

Jesucristo afirmó que es muy difícil que un rico entre en el reino de los cielos (Mt. 19, 23), pero no dijo que fuera imposible. Sin embargo, un rico puede y debe santificarse, utilizando adecuadamente los bienes que la Providencia pone en sus manos, un ejemplo de ello, es Santa Matilde, Reina de Alemania, notable por su amor a Dios, que la llevó a amar a los pobres y necesitados.

Santa Matilde, Reina de Alemania

Educación esmerada y Matrimonio ejemplar

Matilde nació en Engern, Westphalia, alrededor del año 895; era hija del Conde Dietrich, de Sajonia, y de la Condesa Reinhilde, de Dinamarca; desde muy pequeña fue confiada para ser educada a una de sus abuelas, que llevaba el mismo nombre y que después de enviudar había entrado al Monasterio de Erfurt, del cual se convirtió en Abadesa.

Destinada al trono ducal, Matilde se casó en el año 909 con Enrique, hijo del Duque de Sajonia; los esposos tuvieron cinco hijos: Otón I, que fue Emperador de Alemania; Enrique, Duque de Baviera; Bruno “el Grande”, Arzobispo de Colonia y Duque de Lorena, y también santo; Gerberga, que desposó al Duque Giselberto de Lorena y, muerto este, a Luis IV de Francia; y Hedwige, que se casó con Hugo “el Grande”, Conde de París.

Su predilección eran los pobres y necesitados

En su matrimonio existió la armonía perfecta; los dos fueron afortunados y merecieron las alabanzas de los pueblos. En ambos reinaba el mismo amor a Cristo, una misma unión para el bien, una voluntad igual para la virtud, la misma compasión para los súbditos, y el mismo afecto entrañable hacia los desfavorecidos.

Ambos se dedicaban a toda clase de obras de misericordia, a la construcción de hospitales y monasterios, y a la propagación del Evangelio por los reinos vecinos que aún eran paganos; velaban para que las leyes antiguas que juzgaban buenas fuesen observadas en el Ducado y después en el Reino, y procuraban hacer otras nuevas que favorecieran a sus súbditos.

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Como Reina, Matilde fue la madre de todos, especialmente de los pobres y desfavorecidos; todos los pobres, peregrinos y necesitados de toda orden encontraban en ella a su protectora; por ello, ejercía con más largueza su caridad los días sábados, por ser dedicados a la Madre de Dios.

Viuda según San Pablo

Después de un fructuoso reinado de más de diecisiete años, Enrique I falleció en el año 936; en el lecho de muerte, el piadoso monarca elogió a la Reina, como testigo privilegiado que lo era de su eminente virtud. Desde allí, se entregó por completo a los ejercicios de piedad que San Pablo recomienda a una viuda.

Estatua de Santa Matilde

Matilde era conocida principalmente por sus muchas limosnas para los necesitados, conventos e iglesias; junto con su hijo Otón, fundó un monasterio, donde tres mil monjes cantaban ininterrumpidamente las alabanzas divinas. También constituyó un monasterio femenino de nobles monjas en Quedlinburg, con la finalidad que ellas ofrecieran día y noche sus oraciones y penitencias a Dios para agradecer las bendiciones que Él derramaba sobre el Imperio, y atraer nuevas gracias sobre la familia real.

La más virtuosa Princesa de su siglo

Sintiendo que sus días llegaban al final, la Reina-Madre pidió permiso a su hijo el Emperador para retirarse a Nordhausen, su Monasterio predilecto, a fin de prepararse para el encuentro con Dios; contrajo una fiebre lenta e incómoda, que se agravaba gradualmente y que la atormentó durante meses, amenazando su vida. Falleció el 14 de marzo de 968, sobre una mortaja puesta en el suelo; su deseo fue ser enterrada junto a su esposo, fallecido 32 años antes.

Abadía de Quedlinburg donde reposan los restos de Santa Matilde

Por su fama de santidad, comenzó a ser venerada luego de su muerte; sus restos mortales descansan junto a los de Enrique en la cripta de la Iglesia colegial de San Servancio (Abadía de Quedlinburg), lugar que su hijo Otón había fundado a petición de ella para consagrarlo a la memoria de su marido.

Agelvis Villalonga L.