Santo del Día | María de la Encarnación, mujer de negocios y de Dios

Santa María de la Encarnación Guyart Martin, fue madre de familia, y al morir su esposo se hace religiosa; fue una mujer de acción y mística, ha sido llamada la “Teresa de Ávila del Nuevo Mundo” y “Madre de la Iglesia Canadiense”

Fue madre, mística y religiosa

María Guyart, se convirtió en la señora Martín y después en la Hermana María de la Encarnación; fue una mujer de acción y contemplación, plantó su experiencia espiritual y misionera en el jardín de su vida cotidiana. Contribuyó a traer al mundo a un pueblo de creyentes en tierras americanas tras integrar perfectamente el servicio al prójimo y el amor a la Trinidad.

María, fue la cuarta hija de Jeanne Michelet y del panadero Forent Guyart, nació el 28 de octubre de 1599 en Tours; a los 7 años, vio a Jesús en un sueño, iniciando así su proceso espiritual interior. En 1617, sus padres la dieron en matrimonio a Claude Martin, un fabricante de telas y sedas que falleció dos años más tarde.

La joven viuda, quedó con un hijo de 6 meses en los brazos y un comercio en bancarrota; arregló las deudas, liquidó los bienes y se fue con su padre y su pequeño hijo. No quiso casarse de nuevo yse dedicó a cuidar de su hijo y de su padre. Durante este periodo, el más tranquilo de su vida, desarrolló el gusto por Dios y la oración.

Santa María de la Encarnación Guyart Martin

Conversión a María de la Encarnación

La víspera de la Anunciación del año 1620, tuvo una experiencia con la misericordia divina que la marcó para siempre y a la que llamó “el día de mi conversión”; en medio de una gran luz, tomó conciencia de su miseria, y al mismo tiempo, se vio inmensa en la Sangre de Cristo. María Guyart desarrolló su unión con Cristo en medio de exigentes ocupaciones.

En 1621, trabajó en la empresa de transporte de su hermano, junto al Loira, negociando contratos, ocupándose de los empleados, cuidando caballos. En esta trepidante existencia, vivió una gran intimidad amorosa con la Trinidad, integrando los negocios y la oración. Ayudaba a la gente hablándoles de Jesús.

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Tras repetidos llamamientos del Señor, entró en la congregación de las religiosas ursulinas en Tours en 1631 y recibió el nombre de María; pidió que se le añadiera “de la Encarnación” por su certeza de saber a Dios encarnado en los hombres.

Sufrió la separación de su hijo de diez años, pero sentía que el Señor le preparaba otra cosa; durante treinta años, mantuvo una correspondencia regular con este hijo, que se convirtió en monje benedictino. Gracias a él, se conoce la vida mística de su madre, sus estados de oración, sus recuerdos íntimos, sus inicios en Nueva Francia, su experiencia trinitaria. Para ella, el Padre es su Padre; el Verbo, su Esposo; el Espíritu, quien actúa en ella; veía el mundo a la luz eterna de la Trinidad.

Llegada a Quebec

Misionera en Nueva Francia y Quebec

En 1634, en un nuevo sueño, vio “un lugar muy difícil” que reconoce a su llegada a Quebec; recibió el don del “espíritu apostólico” que la hace viajar espiritualmente a distintos países; descubre que la verdadera oración es más una cuestión de corazón que de cabeza.

La religiosa recibe el encargo de dirigir una escuela de niñas; sin embargo, en París, los jesuitas le escriben a María de la Encarnación para anunciarle que la querían en Canadá, aunque fuera de clausura.

Finalmente partió para Quebec, a los cuarenta años, con otras religiosas y una viuda rica que quiso consagrar su fortuna a la conversión de las jóvenes amerindias, seis años antes, ya la había visto en un sueño sin conocerla. La travesía fue larga y peligrosa, el barco incluso chocó contra un iceberg, pero, a pesar de todo aquello, llegan a puerto seguro, el 1° de agosto de 1639.

Tumba de Santa María de la Encarnación

La Teresa del Nuevo Mundo

La vida no fue nada fácil, en 1654, en respuesta a las peticiones de su hijo Claude, convertido en Superior de los Benedictinos de Saint-Maur, le envió su autobiografía, la Relación de su vida; este texto, la hizo merecedora del calificativo de “Teresa del Nuevo Mundo y de nuestro tiempo”.

De 1639 a 1672, María da a luz a esta joven Iglesia de América sin salir de su clausura; ella nutrió a la joven Iglesia con su fe en Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, que irradiaba desde lo profundo de su alma, constantemente en oración.

Sus múltiples ocupaciones no la alejaron de la presencia de Dios; fue una gran enamorada de Dios y de las almas, hasta su entrada en la vida eterna, el 30 de abril de 1672, a los 72 años. San Juan Pablo II la proclamó Beata, el 22 de junio de 1980, y el 3 de abril de 2014, el Papa Francisco inscribió en el catálogo de los Santos a la Hermana María de la Encarnación, Fundadora del Convento de las Ursulinas en Quebec. Su memoria litúrgica se celebra el 30 de abril.

Tenía una devoción arraigada a la Santísima Trinidad

Agelvis Villalonga L.