Santo del Día | Los 7 siervos de María

Este número, para la Iglesia, representa “plenitud”, y es precisamente lo que estos siete hombres encontraron al servir a la Santísima Virgen María

A lo largo de la historia de la Iglesia, el periodo de la Edad Media, fue una época de mucho florecimiento espiritual, es por eso que se le llama “la dulce primavera de la fe”; surgió una legión de santos, entre ellos, emperadores, reyes, príncipes y grandes señores que enrumbaron sus vidas por la senda de la virtud y fueron elevados a la honra de los altares.

Este es el caso de siete jóvenes, adinerados y prominentes ciudadanos de la República libre de Florencia (hoy Italia), que en el siglo XIII, decidieron abandonar su situación privilegiada y de riqueza para entregar sus vidas a Cristo, seguir a plenitud su Evangelio, y servir con fidelidad a la Virgen María. De esta comunidad nace la Orden de los Siervos de María, única congregación religiosa fundada hasta el momento por siete personas.

Los Siete Santos y la Virgen María

De la riqueza a la pobreza de la vida religiosa

Con la intención de honrar de una manera más especial a la Santísima Virgen María, un grupo de jóvenes de la alta sociedad de Florencia, comerciantes de lana, fundaron una cofradía de laicos con el nombre de Laudenses; el 15 de agosto de 1233, Solemnidad de la Asunción de la Virgen al cielo, siete de sus miembros,  estaban reunidos en la capilla para rezar y cantar a la Madre de Dios, cuando se les aparece y les recomienda que renuncien al mundo y se dediquen exclusivamente a Dios.

Desde ese momento, Buonfiglio Dei Monaldi (Bonfilio), Giovanni Di Buonagiunta (Bonayunta), Bartolomeo Degli Amidei (Amadeo), Ricovero Dei Lippi-Ugguccioni (Hugo), Benedetto Dell’Antella (Maneto), Gherardino Di Sostegno (Sosteño), y Alesio De Falconieri (Alejo), vendieron todos sus bienes, distribuyeron su riqueza entre los pobres y, luego de haber conseguido el permiso del Obispo de la localidad, se retiraron a una vieja casa en La Camarzia, en las afueras de la ciudad, para llevar una vida de ermitaños, con la única compañía que necesitaban, la Virgen.

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En 1234, dos de ellos, salen por primera vez a las calles para pedir pan y limosna para su diario sustento, y por designios de la providencia, la gente que los veía pasar con tan solo aquella pobre túnica decía: “He ahí a los siervos de María”. A raíz de tal prodigio, el Obispo aconsejó a los religiosos no cambiar el nombre que milagrosamente se les había dado; y hasta el presente son conocidos como la Orden de los Siervos de María.

Iconografía de los Siete Santos Fundadores

La Santísima Virgen les concede el hábito y las reglas

Su fama de santidad fue creciendo día con día, por lo que tuvieron que abandonar La Camarzia y buscar un lugar más aislado para vivir; el Obispo le puso a disposición un terreno junto al monte Senario, a dos leguas de Florencia, allí construyeron un oratorio y, a su alrededor, pequeños cuartos de madera. Su cotidianidad era la oración y penitencia, el sustento eran hierbas que nacían en las faldas del monte; entre ellos, escogieron al mayor de todos, Bonfilio, como Superior de la comunidad.

En el monte Senario, Nuestra Señora se les aparece nuevamente, les muestra un hábito negro y pide que lo lleven en memoria de la Pasión de su Hijo; allí también, les entrego las reglas de San Agustín, normas que regirían la nueva Orden Religiosa. Los siete fundadores hicieron votos de obediencia, pobreza y castidad, e iniciaron la propagación de su carisma, recibiendo futuros candidatos.

Alejo, el más humilde de todos

Alejo Falconieri, hijo de uno de los principales miembros de la República, era el más conocido de los siete fundadores, nunca acepto, recibir la ordenación sacerdotal a pesar de haber sido autorizados, permaneciendo siempre como hermano lego de la orden. Fue el fundador más longevo, falleció a los 110 años, el 17 de febrero de 1310, y es la figura más recordada cuando se habla de los siete santos servitas.

San Alejo Falconieri

Los siete fundadores fueron enterrados en el mismo sepulcro; todos fueron Beatificados el 1° de diciembre de 1717 por el Papa Clemente XI, y Canonizados el 15 de enero de 1888 por el Papa León XIII. Simbólicamente, sus cenizas se mezclaron entre sí, y su memoria litúrgica se celebra el 17 de febrero, fecha de la muerte San Alejo, el último fundador en partir a la Casa del Padre.

Agelvis Villalonga L.