San Ivo, siendo Abogado y Juez, administró la justicia con integridad; nunca le cobró a los pobres. Como Sacerdote fue un gran predicador
Ivo Hélori nació el 17 de octubre de 1253 en Kermartín, Provincia de Bretaña en Francia; era hijo de Hélori de Kermartín y de su esposa, Azo de Kenequis, pertenecientes a la pequeña nobleza rural bretona. Su padre lo envió a estudiar a la Universidad de París, y allí dirigido por famosos profesores de derecho, obtuvo su doctorado como Abogado.
En sus tiempos de estudiante oyó leer aquella célebre frase de Jesús: “Ciertos malos espíritus no se alejan sino con la oración y la mortificación” (Mc. 9,29), y se propuso desde entonces dedicar buen tiempo cada día a la oración y mortificarse lo más que le fuera posible en las miradas, en las comidas, en el lujo en el vestir, y en descansos que no fueran muy necesarios.
Empezó a abstenerse de comer carne y nunca tomaba bebidas alcohólicas; vestía pobremente y lo que ahorraba con todo esto, lo dedicaba a ayudar a los pobres. Y Dios lo premió concediéndole una gran santidad y una generosidad inmensa en favor de los necesitados.
Abogado de los pobres
Al volver a su tierra natal (Bretaña) fue nombrado Juez del tribunal, y en el ejercicio de su cargo se dedicó a proteger a los huérfanos, a defender a los más pobres y a administrar la justicia con tal imparcialidad y bondad, que aun aquellos a quienes tenía que decretar castigos, lo seguían amando y estimando.
Su gran bondad le ganó el título de “Abogado de los pobres”; no contento con ayudar a los que vivían en su región, se trasladaba a otras provincias a defender a los que no tenían con qué pagar un Abogado, y a menudo pagaba los gastos que los pobres tenían que hacer para poder defender sus derechos. Visitaba las cárceles y llevaba regalos a los presos y les hacía gratuitamente memoriales de defensa a los que no podían conseguirse un defensor.
Cuando le llevaban un pleito, él se esmeraba por tratar de obtener que los dos litigantes arreglaran todo amigablemente en privado, sin tener que hacerlo por medio de demandas públicas. Así obtuvo que muchos litigantes terminaran siendo amigos y se evitaran los grandes gastos que les podían ocasionar los pleitos judiciales.
El llamado de Dios
Después de trabajar bastante tiempo como Juez, Ivo fue ordenado Sacerdote, y desde entonces, los últimos quince años de su vida los dedicó totalmente a la predicación y a la administración de los Sacramentos; consiguió dinero de donaciones y construyó un hospital para enfermos pobres.
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Todo lo que llegaba lo repartía entre los más necesitados; solamente se quedaba con la ropa para cambiarse, lo demás lo regalaba. De muchas partes llegaban personas litigantes a obtener que Ivo hiciera las paces entre ellos y él lograba con admirable facilidad poner de acuerdo a los que antes estaban alegando. Y todas estas ocasiones, las aprovechaba para predicar a la gente acerca de la Vida Eterna y de lo mucho que debemos amar a Dios y al prójimo.
A principios de mayo del año 1303 empezó a sentirse muy débil; pero no por eso dejó de dedicar largos ratos a la oración y a la meditación; así como, ayudar a pacificar a cuantos estuvieran peleados o en discusiones y pleitos.
El 19 de mayo del año 1303 estaba tan débil que no podía mantenerse de pie y necesitaba que lo sostuvieran; sin embargo, así celebró la Santa Misa, al finalizarla se recostó y pidió que le administraran la Unción de los Enfermos. Murió plácidamente, como quien duerme en la tierra para despertar en el cielo, a la edad de 50 años. Canonizado por el Papa Clemente VI en 1347, y su memoria litúrgica se celebra el 19 de Mayo.
Agelvis Villalonga L.