Santo del Día | Eulogio: “El Defensor de Cristo”

San Eulogio de Córdoba, fue un prelado erudito, Doctor de la Iglesia y principal clérigo de la España católica del siglo IX; y habiendo combatido firmemente los errores de la época mozárabe, su vida fue coronada con la palma del martirio

Eulogio vivió en Córdoba, en el siglo IX; su familia de arraigada fe católica a pesar del dominio musulmán que penalizaba con severos impuestos la asistencia al templo, y daba muerte a quien hablase de Cristo fuera de él.

San Eulogio de Córdoba

Con estas presiones y el miedo al martirio muchos católicos abandonaban la ciudad; pero Eulogio renovó el fervor de sus conciudadanos dentro de la capital y en lugares aledaños. Siendo niño, su abuelo le enseñó a recitar una pequeña oración cada vez que el reloj señalaba las horas, y así lo hacía: «Dios mío, ven en mi auxilio, Señor, ven aprisa a socorrerme»; su primera formación la recibió en el colegio anexo a la Iglesia de San Zoilo.

Piadoso y mortificado

Tuvo una gran influencia en su educación el Abad y escritor Speraindeo; posteriormente, recibió una esmerada formación en filosofía y en otras ciencias. En su juventud, reflejó su espíritu piadoso y mortificado; sobresalía especialmente en el conocimiento de las Sagradas Escrituras. Su trato era tan agradable que se ganaba la simpatía de todos los que charlaban con él; y su descanso preferido era ir a visitar templos, casas de religiosos y hospitales.

San Eulogio es considerado Doctor de la Iglesia

Al ser ordenado sacerdote, se destacó como un predicador excelente; su anhelo fue siempre agradar a Dios y se ejercitaba en el amor viviendo una rigurosa vida ascética. Estos sentimientos, lo instaban a emprender un camino de peregrinación para expiación de sus culpas; Roma era su gran objetivo, pero su idea de llegar a pie era un imposible.

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Persecuciones cruentas

Poco a poco fue naciendo una especie de círculo en torno a él integrado por sacerdotes y religiosos; pero en el año 850 los cristianos cordobeses quedaron estremecidos ante la cruenta persecución que se desató contra ellos. Muchos regaron con su sangre el amor que profesaban a Cristo, negándose a abjurar de su fe y a colocar en el centro de sus vidas a Mahoma.

Eulogio fue apresado; junto a él se hallaba el prelado Saulo; siendo el artífice de su detención otro Obispo, Recaredo, que junto a un grupo de clérigos se puso de parte de los musulmanes. En la cárcel redactó su obra «Memorial de los mártires»; saliendo libre a finales del año 851.

Arzobispo de Toledo

En el año 858 fue elegido Arzobispo de Toledo, pero su glorioso martirio estaba próximo; ayudó a escapar a Lucrecia, hija de mahometanos, quien anhelaba ser católica. Ambos fueron apresados en el año 859, siendo condenados a muerte; sus captores no pudieron lograr que abjurase de la fe, a pesar de que astutamente le propusieron simular su retractación. Como es natural, el prelado respondió con el Evangelio en la mano, renovando los pilares esenciales de su vida ante el emir que presidía el tribunal.

Martirio de San Eulogio


La pena capital era por decapitación; y Eulogio, inmutable hasta el final dijo: “Yo proclamo aquí solemnemente que hasta el último momento quiero ser amador y adorador de Nuestro Señor Jesucristo”, con estas palabras coronó su martirio con el derramamiento de su sangre, el 11 de marzo del año 859.

Agelvis Villalonga L.