Santo del Día | Casimiro: “El Príncipe que llegó a ser Santo”

Fue un Príncipe, pero eso no le impidió cultivar las virtudes cristianas, especialmente la caridad por los pobres; así mismo, se destacó por su gran Fe, castidad y penitencia. Se le invoca contra las tentaciones de la carne y para lograr la castidad

Casimiro, nació en Cracovia 3 de octubre 1458; fue el tercero de los trece hijos del Rey de Polonia Casimiro IV y Elizabeth de Austria, hija de Alberto II; su madre, era una fervorosa católica y se esmeró con toda el alma porque sus hijos fueran también entusiastas practicantes de la religión.

Desde pequeño demostró su inclinación cristiana, y se consagró a la oración y a la penitencia, vivía siempre en la presencia de Dios y era tranquilo, alegre y simpático con todos. Su amor a Dios se traducía en amor a los pobres, que son reflejo de Cristo.

San Casimiro de Polonia

Agradar siempre a Dios

Su gran anhelo y su más fuerte deseo era siempre agradar a Dios; para eso trataba de dominar su cuerpo, antes de que las pasiones sensuales mancharan su alma. Siendo hijo del Rey, vestía sencillamente, sin ningún tipo de lujo, para él su centro era la Pasión y Muerte de Jesucristo.

Constantemente, se mortificaba en el comer, en el beber, en el mirar y en el dormir; en muchas ocasiones lo hacía en el puro suelo y se esforzaba por no tomar licor, a pesar que en su entorno, la gente era bastante inclinada a una vida fácil y de muchas comodidades y lujos.

Leer también: Santo del Día | Catalina, la Apóstol de los indios y afrodescendientes americanos

La obediencia lo llevó a la guerra  

A la edad de 15 años, los húngaros, descontentos del reinado de Matías Corvino, le ofrecen la corona de Hungría y su padre lo nombra cabeza del ejército para hacerle frente en aquella región; esa fue la época en que dichas tierras eran objeto del asedio continuo por parte de los turcos, quienes en 1444, habían derrotado a los cristianos en la Batalla de Varna, en la cual había muerto el tío de Casimiro, Vladislao III, Rey de Polonia y Hungría.

El joven Príncipe, vio en esa corona la posibilidad de defender una Europa cristiana; inicialmente aceptó la propuesta de los húngaros y partió con su expedición militar; sin embargo, no tardó mucho en volver a Polonia por razones de prudencia (sus tropas eran numéricamente inferiores), incluso antes de tener conocimiento de la invitación del Papa Sixto IV a que desistiera.

Por tal razón, y a partir de entonces, Casimiro no se dejó implicar de nuevo en campañas de conquista y se dedicó a la política interior del reino, al estudio y a la oración; pero la corte no contenta con su decisión, lo querían obligar a casarse con la hija del Emperador Federico III, propuesta que rechazó para no renunciar a la vida de celibato que se había impuesto.

Casimiro el “Defensor de los pobres”

Su verdadera vocación

Nunca ambicionó ninguna de las posiciones de gobierno y siempre ejecutó medidas en favor de los pobres, los oprimidos, los peregrinos y los presos; sintió una enorme alegría cuando su padre le dejó donar todas sus posesiones a los más necesitados, que comenzaron a llamarlo “el defensor de los pobres”, otros le apodaban el “hombre de paz” y “el pacificador”.

Las austeridades que practicaba agravaron la tuberculosis que padecía, por lo que murió el 04 de marzo de 1484, a la corta edad de 26 años; sus restos fueron enterrados en la Catedral de Vilnius, capital de Lituania, donde todavía se veneran actualmente.

En su tumba ocurrieron muchos milagros y el Rey Segismundo decidió presentar una petición al Papa León X para pedir la canonización del Príncipe polaco; en 1521 el pontífice lo declara Patrono de Polonia y Lituania, y en 1602, fue canonizado oficialmente por el Papa Clemente VIII, y su fiesta se extendió a toda la Iglesia universal en 1621.

San Casimiro, Patrono de Polonia y Lituania

Otras de sus grandes devociones, fue la Virgen María; por eso, 120 años después, abrieron su sepulcro y encontraron el cuerpo incorrupto de San Casimiro, como si estuviera recién enterrado; ni siquiera sus vestidos se habían dañado, a pesar de la humedad. Y sobre su pecho, encontraron una poesía a la Santísima Virgen, que recitaba frecuentemente y que pidió le colocaran al morir, la cual dice: “Omni die dic Mariae mea laudes anima”, que traduce: “Cada día mi alma canta las alabanzas de María”.

Agelvis Villalonga L.