Los presidentes de Rusia, Vladimir Putin; Turquía, Recep Tayyip Erdogan, e Irán, Hasan Rohaní, acordaron este miércoles “acelerar” los esfuerzos para alcanzar un “alto el fuego duradero” en Siria, que permita un progresivo retorno de los casi 5 millones y medio de refugiados que han huido del país. Pero, pese a las buenas palabras de esta enésima cumbre destinada a poner fin a la guerra siria ya en su octavo año las profundas diferencias entre las potencias implicadas en el conflicto alejan la posibilidad de una pronta resolución.

Reunidos en Ankara, Putin, Erdogan y Rohaní hicieron gala de buena sintonía en un encuentro que supone la continuación del llamado Proceso de Astaná, lanzado de forma paralela a las moribundas negociaciones que patrocina la ONU en Ginebra. “El formato Astaná es muy productivo. La violencia en Siria se ha reducido y los refugiados han comenzado a regresar a su país. Ahora trabajaremos por reforzar la vertiente política de la solución a la guerra”, afirmó el presidente ruso al término de la reunión, cuyo comunicado certifica que “la única intervención extranjera efectiva” en Siria es este tipo de reuniones trilaterales. No le falta cierta razón: ante la menguante influencia de las potencias occidentales con las que antes hacía piña Turquía en su apoyo a la oposición siria el trío de Astana es quien se ha erigido en rector del futuro de Siria.

Entre los objetivos pactados por los tres mandatarios está reforzar las “zonas de reducción de hostilidades”, un proyecto que pretendía establecer alto el fuego locales pero que ha sido respetado de forma desigual (más en el sur que en el norte). Se pretende con ello fomentar la “paz y estabilidad” para que los refugiados y desplazados por el conflicto regresen a sus hogares o, cuanto menos, a su país. “Aquellos que estaban en campamentos y casas prefabricadas han comenzado a regresar a Yarablus. Unos 160.000 hermanos sirios han regresado a las zonas de Al Bab y Yarablus (en el norte de Siria y bajo control del Ejército turco)”, aseguró Erdogan, que pretende también que el cantón kurdo de Afrin, recientemente conquistado por las Fuerzas Armadas de Turquía, aloje a miles refugiados acogidos en territorio turco. Activistas locales afirman que Ankara está enviando a Afrin a refugiados árabes de otras zonas de Siria para alterar la demografía del lugar y ejecutar así una “limpieza étnica” contra los kurdos. Las prisas del presidente turco por que los refugiados vuelvan a casa tienen una razón: el año que viene se enfrenta a tres elecciones cruciales para su futuro político y la presencia de más de tres millones de sirios en Turquía comienza a pesar en los barrios populares, que son uno de los principales graneros de votos del político islamista.

Los tres líderes subrayaron también en Ankara la necesidad de un proceso político para poner fin a la guerra y de respetar “la integridad territorial” de Siria, algo que parece una broma dado el actual estado del país que, dividido en zonas de influencia controladas por potencias extranjeras, asemeja más a la Alemania de posguerra que al territorio anterior al conflicto. Porque, por mucho que, gracias a la ayuda ruso-iraní, el régimen de Bachar el Asad haya retomado el control de las principales regiones sirias (la última de ellas de Guta Oriental, la periferia rural de Damasco), aún quedan vastas extensiones de terreno en el norte y este del país en manos de las milicias kurdo-sirias YPG, aliadas de EEUU; en el suroeste en manos de rebeldes sirios; en el noroeste en manos de milicias islamistas, de Al Qaeda y del propio Ejército turco.

Rusia, Irán y Turquía intentan exhibir unidad en la crisis siria

Y pese al acercamiento de Turquía a Rusia y a Irán, los tres mandatarios continúan hablando un lenguaje diferente. Cuando hablan de Guta, Erdogan dice que “niños inocentes han sido asesinados de forma cruel” por el régimen y Putin que ha sido “una importante operación que ha permitido salvar a cientos de miles de personas”. Y cuando afirman que lucharán conjuntamente contra el “terrorismo”, cada uno tiene en el cabeza ideas diferentes de quién es terrorista: Irán piensa en las milicias islamistas suníes de la provincia de Idlib a las que en muchos casos protege Ankara; y Ankara se refiere a los kurdos aliados de Washington y a los que Rusia, para atraerlos, promete periódicamente una futura Siria federal en la que tengan su propia autonomía.

De hecho, uno de los principales enigmas sobre el futuro de Siria tiene que ver con el gran ausente de la cumbre de Ankara, EEUU, no invitado a participar. Desde Washington llegan mensajes contradictorios, pues sólo unas horas antes de que se iniciase la reunión en Turquía, el presidente Donald Trump, anunció su intención de retirar las tropas estadounidenses de Siria. Sin embargo, los generales estadounidenses no son tan favorables a dejar en la estacada a las milicias kurdas que les han ayudado a reducir casi a la nada la presencia territorial del Estado Islámico de Siria. Pero esta postura exacerba las pasiones nacionalistas en una Turquía cada vez más alejada de EEUU ya que considera a las milicias kurdo-sirias una mera extensión del PKK, grupo armado que actúa en territorio turco con atentados y ataques.

Tras su éxito militar en Afrin, conquistado en apenas dos meses por las tropas turco-árabes, ahora Erdogan anuncia que irá a por Manbij, en manos de las YPG y que los militares de EEUU allí estacionados han prometido defender. En Ankara, el mandatario turco pretendía obtener el plácet de Teherán y Moscú (como ya obtuvo el ruso para utilizar el espacio aéreo sirio al atacar Afrin); pero, aunque Putin observa encantado lo que podría ser un enfrentamiento entre dos países miembros de la OTAN, a Rohaní cuyo país ha puesto miles de vidas de milicianos y mercenarios para defender al Gobierno de Asad no le hace tanta gracia que Turquía extienda su influencia en territorio de su aliado sirio. “Irán cree que la presencia de fuerzas extranjeras en Siria sin la autorización del Gobierno sirio es ilegal y debería ponerse fin a ella”, criticó el líder iraní, a la vez que instó a entregar el cantón de Afrin al Ejército sirio. Cosa que Erdogan no tiene intención de hacer.

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