El resultado de las elecciones municipales celebradas este domingo 10 de diciembre en Venezuela plantea una nueva realidad en el seno de la oposición política, pues se agranda la brecha entre partidos extremistas -que se negaron a participar en el proceso comicial- y organizaciones menores que habían sido relegadas por los primeros en la conducción de la ya extinta Mesa de la Unidad (MUD).
Organizaciones que hasta mediados de 2017 figuraban como principales partidos de la oposición nacional, como es el caso de Acción Democrática (AD), que se convirtió en la primera fuerza electoral de la derecha al lograr cuatro de las cinco gobernaciones ganadas por la oposición en los comicios regionales del 15 de octubre, desaparecieron del panorama político por su decisión de no participar y prohibir la concurrencia de sus militantes en las recientes municipales, mientras que partidos como Copei, el Movimiento al Socialismo (MAS) y Avanzada Progresista (AP) se abrieron paso entre las filas opositoras con su participación.

En ese escenario, los partidos Primero Justicia (PJ) y Voluntad Popular (VP) —que junto a AD y Un Nuevo Tiempo (UNT) formaban el llamado G-4 que dominaba la MUD— decidieron prohibir a sus dirigentes regionales postularse a las elecciones de 335 alcaldes de todo el país, con el respaldo de gran parte del poder mediático privado.

Tras la decisión, militantes de estos partidos renunciaron a las organizaciones para postular sus candidaturas apoyados por partidos menores y regionales en sus municipios de todo el país.

Con un 47% de participación, más de nueve millones de votos, los pequeños partidos opositores lograron llegar a 27 alcaldías del país, frente a las más de 300 conquistadas por el Partido Socialista Unido de Venezuela (Psuv).

AVN