El asalto al Fuerte Paramacay, protagonizado por un grupo de militares que se declaró en rebeldía contra de Maduro, terminó con un saldo de dos personas muertas y siete capturados.
Diosdado Cabello no tardó en referirse a los hechos como un “atentado terrorista” en lo que vendría ser el primer gesto de rebeldía explícita de los militares después de la instauración de la Asamblea Nacional Constituyente.
No es la primera que el régimen de Maduro le hace frente a Caguaripano. Miembro de la brigada antiextorsión y secuestro de la Guarda Nacional, el militar era perseguido por haberse declarado en rebelión contra el presidente desde 2014.
Ese año, en entrevista para la CNN justificó su alzamiento a raíz de “los eventos que están ocurriendo en el país, ante los abusos, muertos, torturas, ante los secuestros de estados”.
Tras el ataque de este domigo, las instalaciones militares en Caracas reforzaron su seguridad. Frente al Fuerte Tiuna, en la capital Venezolana, se ubicaron ametralladoras y vehículos artillados mientras militares en carros blindados vigilan la Base Aérea de La Carlota.
“Aclaramos que esto no es un golpe de Estado. Esta es una acción cívica y militar para restablecer el orden constitucional. Pero más aún, para salvar al país de la destrucción total, para detener los asesinatos de nuestros jóvenes y familiares”, decía Caguaripano en el video que publicó en la madrugada y en el que aparecía acompañado de cerca de 20 militares.
Desde el Parlamento, el presidente del legislativo ,Julio Borges, pidió al régimen de Nicolás Maduro esclarecer las condiciones del atentado: “Queremos saber la verdad, que no nos vengan con cuento chino, con una cacería de brujas, que no nos vengan a culpar”, dijo Borges, jefe de la mayoría opositora en el Legislativo, en un foro universitario.
A pesar del ataque dirigido por Caguaripano, los militares venezolanos han manifestado su “lealtad absoluta” al régimen, algo por lo que han sido fuertemente cuestionadas por la oposición.
Información de: El Espectador
