El sol inclemente del oeste barquisimetano no solo calienta las calles de tierra, sino que también enciende la indignación de sus habitantes. En Pueblo Nuevo, la vida diaria se ha transformado en una lucha constante, una crónica de desesperanza que se arrastra desde hace más de quince años. Las calles, o lo que queda de ellas, parecen sacadas de un reportaje de guerra. Zanjas, montículos de tierra y un polvo que lo impregna todo son el paisaje habitual.
Para Carlos Rangel, habitante de la calle 16 con carrera 1, esta situación es más que una molestia, es un calvario que no parece tener fin. “Desde hace más de 10 años estamos esperando por el asfaltado, mire cómo están estas calles”, nos dice Rangel, mientras señala el camino roto frente a su casa. La reparación de las cloacas, una obra que se suponía mejoraría la calidad de vida, se convirtió en una condena. Los trabajos se hicieron, pero el asfalto nunca llegó.


El polvo es un enemigo silencioso y constante. Carlos Rangel describe cómo se ha metido hasta el último rincón de sus vidas: “No te puedes imaginar cómo están las casas por dentro con ese polvero y cuando llueve esto es un charco de barro”. La rutina se ha vuelto un ciclo de limpiar el polvo que se acumula sin piedad y, cuando caen las lluvias, esquivar el lodo que lo cubre todo, transformando las calles en verdaderas lagunas de barro.
Pero el problema no es solo estético o de comodidad. El polvo, ha pasado la factura a la salud de la comunidad. “Tengo nietos pequeños y viven engripados y todos los vecinos estamos afectados con eso aquí”, explica Rangel con evidente preocupación.


A lo largo de los años, los vecinos han tocado todas las puertas posibles. Han reportado la situación a las autoridades competentes, han hecho llamados. Sin embargo, a pesar de los esfuerzos, el silencio ha sido la única respuesta.
“Esperemos que nos venga a solucionar este problema”, concluye Rangel, con una mezcla de esperanza y resignación. Su voz, y la de toda la comunidad de Pueblo Nuevo, es un eco que resuena en las calles de tierra, un grito que clama por asfalto, salud y por ser escuchados.
Oriana Lorenzo / Noticias Barquisimeto