Tendido bocarriba, con dos puñaladas en el pe­cho que dejaban salir la sangre de su cuerpo ba­ñando de rojo el blue je­an y el suéter azul de ra­yas verdes que vestía, quedó el cuerpo de Nor­win Eduardo Martínez Cordero de 23 años. Mu­rió en la calle 5 de la ur­banización Las Casitas, en El Cují, al norte de Barquisimeto.

Según su papá, Wilmer Martínez, el joven salió de su casa en Valles de Uribana, a las 5:30 de la mañana de ayer. Supues­tamente el chamo era co­merciante y le gustaba salir a trabajar temprano.Pero los vecinos de Las Casitas y una versión po­licial contaron algo muy diferente.

Presuntamente Norwin estaba con otros dos tipos morenos y jovencitos. Se pararon en la avenida In­tercomunal Barquisime­to – El Cují. Se subieron a una unidad de transporte público y atracaron a la gente.

Les pidieron celulares y plata y justo cuando la buseta se detuvo en Las Casitas, los hampones se bajaron. Los otros dos ti­pos salieron pirados del sitio y hasta unas rejas de una casa saltaron, para después seguir corriendo por un callejón y perder­se. Pero dejaron a Norwin atrás.

La versión policial indica que uno de los pa­sajeros cargaba un arma blanca, que puede ser un cuchillo o un picahielo, y se lo clavó al chamo en el tórax dos veces. Lo que se había robado se lo arrancaron de las manos y el que lo mató se fue corriendo.

Norwin quedó tendido en el asfalto, respirando con dificultad y pidiendo ayuda a voz baja. Aunque algunos vecinos escucha­ron el alboroto nadie se atrevió a salir, algunos creyeron que era la gente que estaba llegando de las misas de aguinaldo.

Pero una señora que sa­lió a las 6:30 de la maña­na a sacar la basura, se dio cuenta de todo lo que había pasado y vio al mu­chacho tendido.

“Lloraba y trataba de respirar por la boca. Pero cuando fui a buscar el te­léfono para llamar al 911, me di cuenta que se mu­rió”, dijo la vecina. El cuerpo fue cubierto por un mantel plástico blanco de fiesta. Pero cada vez que la bri­sa levantaba el mantel decían los curiosos, “ese no es de por aquí, quién lo manda a estar de mala conducta”.

Una señora dijo que ese mismo chamo era primo de otro que vive en la en­trada de Las Casitas que es “malandrito” y que la policía lo anda cazando para matarlo.

El padre de Norwin ale­gó que el chamo tenía fa­milia por ahí, pero desco­nocía si iba a visitar o no porque su hijo no dijo nada al salir.

Cuando llegaron sus fa­miliares la abuela se ten­dió a los pies del mucha­cho. “Mi niño, mi pobre niño, ¿qué te hicieron?”, repetía. Al muchacho le quitaron los zapatos blancos con plateado que cargaba y se le develaron las uñas de los pies pin­tadas de azul rey. Hasta los familiares lo miraron extrañados, como si fue­se la primera vez que le veían las uñas pintadas a Norwin.

 

La Prensa