El Vaticano ha publicado este martes 9 de abril una nueva exhortación apostólica, uno de los documentos más relevantes escritos por un Papa durante su pontificado, basada en la idea de la “santidad en el mundo contemporáneo”. El texto, titulado Gaudete et exsultate (“Alegraos y regocijaos”) y compuesto de 42 páginas y 172 puntos, llama a los católicos a comportarse adecuadamente ante los nuevos retos del mundo y sus grandes distracciones como la tecnología, la corrupción, el consumismo, la inmigración o las redes sociales. Y, sobre todo, responde de forma clara a tantas críticas recibidas por el sector más conservador.  “Es nocivo e ideológico el error de quienes viven sospechando del compromiso social de los demás, considerándolo algo superficial, mundano, secularista, inmanentista, comunista, populista. O lo relativizan como si hubiera otras cosas más importantes o como si solo interesara una determinada ética o una razón que ellos defienden”.

Esta es la tercera exhortación de Francisco después de Evangelii Gaudium (2013) y Amoris Laetitia (2016). La última fue motivo de una enorme polémica al abrir la puerta de la comunión a los divorciados. Esta vez, el documento oficial no parece que puede levantar la misma polvareda, pero fija la línea de pensamiento de los católicos en el mundo contemporáneo.

Las nuevas tecnologías ocupan un lugar importante en lo que él llama la “santidad de la puerta de al lado” o “la clase media” de los santos “sin supuestos éxtasis”. “El consumo de información superficial y las formas de comunicación rápida y virtual pueden ser un factor de atontamiento que se lleva todo nuestro tiempo y nos aleja de la carne sufriente de los hermanos”, señala. Un ámbito, el de las redes sociales, que ha alumbrado un nuevo tipo de odio encarnado en lo que comúnmente se conoce en la Red como trolls y que el propio Francisco ha sufrido en sus carnes en distintos foros surgidos a lo largo de su pontificado. “También los cristianos pueden formar parte de redes de violencia verbal a través de internet y de los diversos foros o espacios de intercambio digital. Aun en medios católicos se pueden perder los límites, se suelen naturalizar la difamación y la calumnia, y parece quedar fuera toda ética y respeto por la fama ajena. Así se produce un peligroso dualismo, porque en estas redes se dicen cosas que no serían tolerables en la vida pública, y se busca compensar las propias insatisfacciones descargando con furia los deseos de venganza”.

Francisco insiste en el documento en su lucha a favor de los migrantes  “no se trata de un invento de un Papa o de un delirio pasajero”, señala y a favor de los pobres. De hecho, recuerda a los grandes defensores de la lucha contra el aborto que tan importante es esa batalla como la defensa de “la vida de los pobres que ya han nacido, que se debaten en la miseria, el abandono, la postergación, la trata de personas, la eutanasia encubierta en los enfermos y ancianos privados de atención, las nuevas formas de esclavitud, y en toda forma de descarte”. A menudo Francisco ha recibido críticas por ocuparse de esos temas con mayor intensidad que de algunos preceptos de la Iglesia. Y en el texto también parece encontrarse una respuesta. “No podemos plantearnos un ideal de santidad que ignore la injusticia de este mundo, donde unos festejan, gastan alegremente y reducen su vida a las novedades del consumo, al mismo tiempo que otros solo miran desde afuera mientras su vida pasa y se acaba miserablemente”

El tema de la inmigración es capital en su Pontificado y es donde también ha detectado una cierta indiferencia entre los fieles y los propios religiosos que se oponen a su visión de la Iglesia. “Suele escucharse que, frente al relativismo y a los límites del mundo actual, sería un asunto menor la situación de los migrantes, por ejemplo. Algunos católicos afirman que es un tema secundario al lado de los temas ‘serios’ de la bioética. Que diga algo así un político preocupado por sus éxitos se puede comprender; pero no un cristiano, a quien solo le cabe la actitud de ponerse en los zapatos de ese hermano que arriesga su vida para dar un futuro a sus hijos”.

Además, el Papa ha devuelto vigor en su texto a la figura del demonio y ha descartado que se trate de “un mito, una representación, un símbolo, una figura o una idea”. “Ese engaño nos lleva a bajar los brazos, a descuidarnos y a quedar más expuestos. Él no necesita poseernos. Nos envenena con el odio, con la tristeza, con la envidia, con los vicios”, señala el Pontífice en el último capítulo del documento. “En tiempos de Jesús se podía confundir la epilepsia con la posesión del demonio. Sin embargo, eso no debe llevarnos a simplificar tanto la realidad diciendo que todos los casos narrados en los evangelios eran enfermedades psíquicas y que en definitiva el demonio no existe o no actúa”.