El papa Francisco exhortó el jueves a estar atentos para defender a los inmigrantes que sufren la precarización del trabajo, el abuso por ser indocumentados o por no conocer el idioma.

El pontífice dedicó sus últimas horas en Chile a los inmigrantes, para lo cual viajó a Iquique, 1.930 kilómetros al norte de Santiago, donde el 10% de la población viene de otros países buscando trabajo, mejores condiciones de vida y dinero para enviar a sus familias.

“Estemos atentos a todas las situaciones de injusticia y a las nuevas formas de explotación que exponen a tantos hermanos a perder la alegría de la fiesta”, añadió en alusión al primer milagro de Jesucristo que fue convertir, en una fiesta, el agua en vino, según las escrituras.

Agregó: “Estemos atentos frente a la precarización del trabajo que destruye vidas y hogares. Estemos atentos a los que se aprovechan de la irregularidad de muchos inmigrantes porque no conocen el idioma o no tienen los papeles ‘en regla’. Estemos atentos a la falta de techo, tierra y trabajo de tantas familias”.

El pontífice llegó a Playa Lobito, en Iquique, donde inició un recorrido a bordo del papamóvil, hasta el lugar donde celebró su tercera misa campal en Chile, en su última parada local antes de seguir a Lima.

Muchos inmigrantes tienen viviendas precarias, construidas con cartones y tablas, sin servicios básicos y con empleos mal remunerados.

La comisión organizadora de la visita dijo a los corresponsales que la ciudad y en su periferia hay 19 colonias de inmigrantes.

A muchos les ha ido mejor, especialmente a los que llegaron hace más tiempo, según contó a The Associated Press la ciudadana ecuatoriana Carmen Montañas, vendedora y aseadora. Iquique “es una ciudad que está totalmente poblada por (in)migrantes y se está solucionando el tema de los papeles”.

Agregó que espera la bendición del papa y que muchos comprendan “que venimos a trabajar, con tranquilidad”.

Los inmigrantes acuden a Chile por ser la economía más fuerte y estable de la región, pero se ven en medio de un descontento político y social en aumento.

El obispo iquiqueño, Guillermo Vera, dice que en Iquique, una ciudad entre el mar y los cerros que pueden llegar a 4.000 metros de altura, no hay espacio para construir.

Una antigua canción chilena dice: “Y verás cómo quieren en Chile al amigo cuando es forastero”, aunque la frase en general se aplica más a los europeos y a los rubios de ojos claros.

A su llegada a Chile, Francisco dijo que el futuro del país depende de su capacidad de escuchar, incluyendo “escuchar a los migrantes, que llaman a las puertas de este país en busca de mejora y, a su vez, con la fuerza y la esperanza de querer construir un futuro mejor para todos”.

Francisco pide desde hace años que los países reciban con los brazos abiertos a inmigrantes y refugiados que huyen de la guerra, la sequía o la escasez, un mensaje que a menudo cae en oídos sordos en Europa, donde la crisis migrante ha sido un factor clave en la política en los últimos años.

Aunque las cifras son relativamente pequeñas, Chile registró el mayor aumento anual en población migrante de cualquier país de América Latina entre 2010 y 2015, según estadísticas de Naciones Unidas y la Iglesia.

Un informe oficial indica que los inmigrantes en el país sudamericano son unos 465.000 personas, cerca del 2,7 de los 17 millones de chilenos.

La mayoría de los recién llegados son haitianos, que a menudo encuentran barreras de idioma que limitan sus perspectivas de empleo. Aunque Chile no ha tenido una campaña antiinmigrantes como las de Estados Unidos y Europa, el gobierno conservador entrante del presidente electo Sebastián Piñera ha indicado que intentará limitar la inmigración.
Piñera, que ya fue presidente entre 2010 y 2014, dijo durante su campaña que Chile seguirá siendo hospitalario con los inmigrantes que cumplen la ley y quieren ser miembros productivos de la sociedad.

“Queremos cerrarle las puertas al narcotráfico, al contrabando que muchas veces va asociado y, sobre todo, lo que queremos es que la gente que viene a Chile respete nuestra ley”, dijo Piñera en octubre a la radio local ADN.

En la tercera y última misa masiva del papa, llamó la atención la poca gente, entre 80.000 a 100.000 personas, frente a las 400.000 esperadas. En la víspera, en Temuco, 700 kilómetros al sur de Santiago, llegaron unos 150.000 feligreses, lejos de los 400.000 a 500.000 esperados, según la comisión organizadora del viaje papal.

La distancia de 25 kilómetros entre Iquique y la Playa Lobito, donde se desarrollará la misa, debe haber desanimado a muchos y aunque había algunos buses de acercamiento, no todos lo sabían, según personas entrevistadas por la prensa local.

Francisco participó el miércoles en una misa para los mapuches en medio de unos episodios de violencia sin precedentes coincidiendo con su visita. Casi una docena de iglesias y tres helicópteros fueron incendiados en los últimos días.

 “No se puede pedir reconocimiento aniquilando al otro, porque esto lo único que despierta es mayor violencia y división. La violencia llama a la violencia, la destrucción aumenta la fractura y la separación. La violencia termina volviendo mentirosa la causa más justa”, afirmó.

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