Tras 15 años de fuerte inversión, Qatar y el PSG conquistan Europa. Luis Enrique logra su segundo título con una manita sublime. Doué, MVP. Achraf abrió la cuenta.
Quedará para la historia que un día en Múnich, una calurosa noche de mayo, tras un partido excelente, el fútbol aceptó para siempre al PSG, la Champions abrazó entre sus manos a un nuevo campeón, uno construido desde Qatar, uno que invirtió 2.283 millones en fichajes en menos de 15 años hasta coronarse. Escrito permanecerá también en los anales que quien lo logró fue Luis Enrique, ese genio desaprobado en media España pero idolatrado en el resto del mundo, aquel entrenador que hizo ver al emir y a Al Khelaïfi que la gloria se alcanza desde el banquillo, no desde las estrellas. Su proyecto más futbolístico que mediático dio la razón una vez más a los que saben: en este deporte ganan los estrategas y pierden los megalómanos. Siempre.
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El PSG es el mejor club de Europa, su nombre suena a los cuatro vientos por los altavoces del Allianz Arena, desde ya templo sagrado de los aficionados parisinos. Ganar la Champions era esto. Saberse invencible era esto. Lo que no pudieron conseguir Mbappé -ay, Mbappé-, Neymar, Messi, Alves, Ibrahimovic, Beckham, Di María o Cavani lo abrocharon estos jóvenes talentos que sobre el verde de Múnich dibujaron una final inconmensurable. En nada dejaron al Inter, troceado en defensa como ante el Barça en semifinales, pero sin atisbo de poder morder a la yugular en ningún momento como sí hicieran ante los culés.
Nada de esto se explicaría sin la perfecta sincronía sin balón de la que Luis Enrique ha dotado a los suyos. La presión define a un equipo. La presión es un equipo. Con esa fórmula, el PSG reventó al Inter hasta tumbarlo pronto en la lona. Dembélé lanzó siempre esas estampidas hacia la recuperación, ese mensaje de que cuanto más se muerde más se avista la gloria. PSG, Barcelona y Liverpool, esta temporada, son perfectos ejemplos de ello.
Así surgió siempre el peligro de los parisinos, incluido el primer gol. Para cuando la pelota llegó a Vitinha, el bloque del Inter había quedado exhausto por otro de esos mordiscos hacia su salida de balón. El portugués, un genio, vio entre líneas a Doué, y éste, otro genio, asistió en el área pequeña a Achraf, el lateral que viste de delantero. Gol clave. Gol que se celebró por igual en París, Getafe y Marruecos, lo que define a este guerrero del fútbol.
La ventaja asentó aún más al PSG. Quedaba un mundo, pero el contexto le favorecía. Porque igual le da dominar que salir al contragolpe, jugar en corto que en largo, esperar que arrollar. Así, en un balón que parecía destinado a ser córner a favor del Inter, Nuno Mendes metió una pierna in extremis que provocó una contra letal. Dembélé fue en patines hacia el área y allí encontró a Doué, cuyo remate tropezó en un defensa antes de colarse en la portería de Sommer. Toda la fortuna que tuvo el suizo ante el Barça le faltó en los momentos que definen una final.

Sin rival, sin piedad
La distancia era amplia, tanto como para que el Inter jugara otras cartas. Quiso adelantar un poco sus líneas y provocó algún córner, la única fórmula real con la que hacer daño. A balón parado pudo acortar distancias Thuram, de hecho.
Pero ni el Inter andaba fino ni el PSG parecía dispuesto a desaprovechar una oportunidad única de ser rey de Europa. Es más, el partido estaba destinado a la cornada final parisina. Llegó pronto, llegó tras otra obra maestra de Vitinha, desbocado y brillante con el balón, que regaló el gol en bandeja a Doué, su doblete y la sentencia. En pleno festival, hizo más sangre Kvaratskhelia para un resultado escandaloso, apabullante. El Inter hincó la rodilla y Simone Inzaghi probablemente entregó su cabeza a la propiedad del club.
La guinda la puso el joven Mayulu en el descuento. Un canterano, por si fuera poca la exhibición. El telón de una noche histórica cayó para la eternidad. La segunda Champions de Luis Enrique le encumbra, pero más con quién y cómo la levantó, haciendo lo que nadie antes, elevando al PSG hasta donde nunca estuvo, al altar destinado a los más grandes. Tras un desembolso monstruoso, sí. Con un Estado por detrás, también. Pero con él a los mandos. Con su técnico. Nadie más.

Cambios
Yann Bisseck (53′, Benjamin Pavard), Nicola Zalewski (53′, Federico Dimarco), Carlos Augusto (61′, Henrikh Mkhitaryan), Matteo Darmian (61′, Yann Bisseck), Bradley Barcola (66′, Désiré Doué), Kristjan Asllani (69′, Hakan Çalhanoglu), Lucas Hernández (77′, Nuno Mendes), Senny Mayulu (83′, Fabián Ruiz), Gonçalo Ramos (83′, Khvicha Kvaratskhelia), Warren Zaïre-Emery (83′, João Neves)
Goles
1-0, 11′: Achraf Hakimi, 2-0, 19′: Désiré Doué, 3-0, 62′: Désiré Doué, 4-0, 72′: Khvicha Kvaratskhelia, 5-0, 85′: Senny Mayulu
Tarjetas
Arbitro: István Kovács
Arbitro VAR: Dennis Higler, Catalin Popa
Nicola Zalewski (55′,Amarilla), Inzaghi (57′,Amarilla), Désiré Doué (64′,Amarilla), Marcus Thuram (68′,Amarilla), Acerbi (70′,Amarilla), Achraf Hakimi (89′,Amarilla).

Hender «Vivo» González
Con información de Diario AS