“Los arrepentidos” por Enrique Ocho Antich (opinión)

Tanto nadar para morir en la orilla, rumia el negociador mientras pasea por Reforma, solo, solo, solo, en esta espléndida noche mexicana.

Dirigente político opositor Enrique Ochoa Antich

Tanto nadar para morir en la orilla, rumia el negociador mientras pasea por Reforma, solo, solo, solo, en esta espléndida noche mexicana.

Luego de ¡cinco años perdidos! en la vanidosa hoguera del radicalismo infecundo, luego de que fuésemos arrastrados a punta de faits accomplis al barranco extremista del todo o nada, he aquí que el trémulo pulso del negociador ha estampado su rúbrica en un memorando con tufo a acta de defunción: requiescat in pace, gobierno interino.

-¡Cinco años perdidos!, suspira el negociador oteando a lo lejos el bronce de Cuauhtémoc.

El negociador piensa, luego existe. En la cavidad de su cráneo, como un aleteo de afantasmados murciélagos, resuena el clamor de tanta hueca consigna: seis meses, abandono del cargo, calle calle calle, cese a la usurpación-gobierno de transición-elecciones libres, la ayuda humanitaria entra por Cúcuta… sí o sí, máxima presión, con delincuentes no se negocia, dictadura no se entrega, comunismo no pierde elecciones y demás babiecadas.

Pero el negociador, igual que el pobre hombre de Vallejo, vuelve los ojos, como cuando por sobre el hombro nos llama una palmada… vuelve los ojos locos, y todo lo vivido se empoza, como charco de culpa, en la mirada.

Cual si con el índice señalara ciudades aquí y allá en un atlas imaginario: de Caracas a Washington, de Washington a Bogotá, de Bogotá a Lima, de Lima a Buenos Aires, de Buenos Aires a Madrid, de Madrid a Berlín, cree seguirle los pasos a quien de hinojos iba recorriendo una y otra vez el globo terráqueo rogando sanciones, sanciones y más sanciones. Helo allí tatuado en nuestra memoria colectiva, puedo verlo como si fuese ayer, hincado a las puertas del Departamento de Estado.

-¿Todo para qué?, se pregunta el negociador. Y una recóndita voz interior, ésa que llaman de la conciencia, le responde:

Para que el discurso chavista-madurista acerca de las agresiones imperiales se hiciese creíble hasta para algunos de sus opositores. Así, los capitanes del fracaso ofrecieron en bandeja de plata una excusa para la hiperinflación y el caos que nos trajeron el estatismo y el populismo de 23 años… y de esta suerte amalgamaron ese 30 % más o menos ideologizado y duro con el que Maduro y el PSUV ganan elecciones ante una oposición dispersa (2018, 2020)… y de tal forma y manera, rodeándose de gringos y cachacos, cohesionaron a la Fuerza Armada alrededor de su Comandante en Jefe: ¡Leales siempre! ¡Traidores nunca!

-Notables logros…, murmura con ironía el negociador.

Parecen espectros del pasado: unos payasos a las puertas de La Carlota propagan la falsa especie de un golpe de Estado, una lancha con mercenarios pagados en dólares trata de incursionar por Macuto, éstos -tarambanas y alocados- hablan del TIAR, aquéllos del artículo 187-11, y los más descocados de la responsabilidad de proteger y otras levitaciones. Pena ajena siente uno, desprecio por esa oposición que perdió toda noción de patria.

El negociador tiene clara la entidad política de lo que acaba de firmar:

• El título mismo del memorando reconoce que el gobierno de Venezuela es el que se ejerce en Miraflores en la persona de Nicolás Maduro (ése al que llamaban «usurpador», nunca presidente)… gobierno al que se le hace oposición, sí, al que se quiere cambiar, de acuerdo, pero ése es el gobierno… de Venezuela. ¿La oposición? Sólo una Plataforma -entre otros tinglados opositores, por cierto- cuya única y real ventaja es la de representar a EEUU en la mesa de negociaciones. Pena ajena, repito.

• Y los puntos 6, 7 y 8 proclaman que: se rechaza la violencia como método para el cambio político (no más guarimbas, no más drones, no más llamamientos a golpes de Estado); las medidas coercitivas demandadas con tanto empeño… ¡deben ser levantadas!; y el calendario electoral es el establecido en la Constitución: señoras y señores, a prepararse para las presidenciales de 2024, previa negociación durante 2022 y 2023 de una transición pactada, si fuese el caso.

Entonces, pregunto yo:

Señores del G4: ¿y la autocrítica como para cuándo?

No se trata de un religioso acto de contrición, ni de una flagelación al modo de los Partidos Comunistas, pero sí una reflexión, un razonamiento mínimo, el testimonio de que se ha internalizado la causa de los errores cometidos (como, por cierto, ha hecho más Capriles que cualquier otro), que se admite que hay una rectificación de estrategia (o sea, que esto de participar en noviembre no es sólo una maniobra táctica para volver luego a las andadas), que se asume de nuevo con todas las de la ley la ruta democrática probadamente exitosa de 2006 a 2015, esto es: voto, siempre; diálogo, siempre; respeto a la Constitución, incluso para cambiarla; protesta, sólo pacífica; y soberanía, nunca más tutelaje extranjero. Porque, ¡caramba!, no se transforma, como alquimistas del fracaso, a la oposición exitosa y pujante de 2015 en esta dispersa y ruinosa de hoy sin al menos dar la cara y reconocer los errores cometidos (de diseño, dicho sea de paso, si es que Voluntad Popular no lo ha entendido aún, no como dicen los necios mariacorinistas, que la equivocación residió en no ser más y más radicales… hasta caer al abismo, será).

Puedo mirar al negociador circundando la fuente de Diana La Cazadora. Va zangoloteando la cabeza de lado a lado. Piensa en sus compañeros de delegación. ¿Arrepentidos? Ojalá, digo yo.

Y digo más: triste, paradójico país el nuestro en el que la izquierda no es la democrática, moderna y exitosa de Lula y el PT, de Evo y el MAS, de Correa y la revolución ciudadana, de Tabaré y Pepe y el Frente Amplio, o de Kirchner y AMLO inclusive (…y discúlpenme que piense en Teodoro Petkoff) sino ésta autoritaria, caudillista, militarista, estatista y populista que claramente fracasó en el ejercicio del poder; y la oposición -para la comunidad internacional, para la mayoría de los medios, y me temo que para los electores- es ésta fracasada, responsable directa de que el país y su pueblo y ante todo los demócratas de Venezuela hayamos perdido cinco años miserablemente… y no quienes alertaron (alertamos) del error desde finales de 2016, pero en particular desde enero de 2019.

Los dioses, sin duda… y los pueblos a veces… suelen ser injustos.

Enrique Ochoa Antich