El ajetreo de la avenida 20 es un espectáculo de la cotidianidad larense: vendedores que pregonan sus productos, el sonido de los carros y un mar de gente que se mueve de un lado a otro. En medio de todo ese movimiento, hay una figura que destaca no por su prisa, sino por su determinación y su sonrisa inagotable. Se trata de Joel Parcos, un hombre que, con más de 30 años endulzando la vida de los barquisimetanos, se ha convertido en un verdadero símbolo de superación.
A sus 50 años, Joel ha pasado más de la mitad de su vida en el corazón de la capital crepuscular. Pero su historia no es común; es una lección de vida escrita con convicción y trabajo duro. A los seis meses de nacido, una parálisis lo dejó sin la posibilidad de caminar, pero eso nunca fue un freno para él. Cada día, emprende una verdadera travesía desde Bobare, hasta su puesto en la avenida 20 con calle 26, justo frente a la tienda Miramar.

«El consentido o el toñeco del centro«, como lo llaman cariñosamente algunos comerciantes, ha hecho de su puesto de dulces su hogar. Una cesta llena de chucherías es su sustento diario, y aunque su ganancia no siempre sea mucha, su principal motivación es trabajar. «Yo llegué al centro de Barquisimeto en el año 94, esto era muy diferente, aunque siempre ha venido mucha gente», nos cuenta con una nostalgia Joel.
Sentados a su lado, la conversación fluye de manera natural. Con una amabilidad que desarma, Joel nos relata su rutina. Sale temprano de su casa en Bobare, a veces pidiendo una «cola» o pagando su pasaje. El viaje de 40 minutos es solo el inicio de una larga jornada. Una vez en Barquisimeto, su esfuerzo continúa. Para llegar a su puesto, se impulsa con sus manos por dos cuadras, una hazaña que realiza con la naturalidad de quien se arrastra por un camino conocido.

«El centro es mi casa, a Bobare voy solo a dormir»
La conexión de Joel con el centro va más allá del simple trabajo. Es un lazo afectivo que se ha ido tejiendo a lo largo de los años. «Esta es la casa mía, porque a Bobare voy solo a dormir», nos confiesa con una sonrisa, mientras saluda a uno de sus clientes habituales. Es evidente que Joel es una figura popular en la zona, y su carisma ha creado una red de apoyo informal. La tienda Miramar, por ejemplo, lo respaldan incondicionalmente durante años.
A pesar de las adversidades, su orgullo y su convicción se mantienen intactos. «A mí me gusta trabajar y tener lo mío, no me gusta que la gente me esté dando nada», dice con firmeza, demostrando que su espíritu de independencia es su mayor fortaleza.

Un mensaje de esperanza para todos
Detrás de su trabajo en la calle, se esconde una pasión que lo movía en su juventud: el canto. Nos cuenta que llegó a formar parte de un grupo de música bailable, un sueño que, aunque no se concretó, lo sigue inspirando. «La meta mía era cantar, yo no quería seguir en la calle», nos revela, dejando entrever el soñador que vive en su interior.
Pero la vida lo llevó por otro camino, uno que, aunque difícil, ha recorrido con valentía. Agradecido por cada persona que le compra y le ayuda, Joel nos dejó un mensaje poderoso, uno que resuena con la fuerza de su propia historia.
«Solo les digo que salgamos todos los días a trabajar. Yo no camino y estoy todos los días aquí y hago un recorrido de media hora. Trabajen, salgan adelante, no se quejen por nada que la vida sigue, hay que darle gracias primeramente a Dios porque es él quien nos da la vida», concluyó, regalándonos una lección de humildad y perseverancia. A pesar de los obstáculos, la voluntad de salir adelante es la fuerza más dulce que podemos tener.
Oriana Lorenzo / Noticias Barquisimeto