Latinoamérica llega a un siglo de historia en Serie Mundial

Un pitcher latinoamericano consiguió el último out de la última Serie Mundial disputada en Washington, hace 86 años. Había nacido en Cuba y no era ajeno a eso de inscribir su nombre en las crónicas más importantes de MLB, pues había sido el primer pelotero de habla hispana en participar en un Clásico de Otoño.

Se cumple, de hecho, un siglo exacto de aquel estreno. Pero las coincidencias van más allá.

Adolfo Luque ya estaba cerca del retiro en 1933 y la capital estadounidense estaba por comenzar una larga sequía que este martes llega a su fin, cuando por primera vez en casi nueve décadas un equipo representante del D.C. se presente en el duelo más ansiado de la Gran Carpa.

A Luque no le conocen en la pelota profesional por su nombre completo, sino por su apodo: Dolph Luque. Y en su mejor momento fue toda una celebridad.

En un tiempo en el que muy pocos peloteros del Caribe o de Suramérica tomaban parte de las Grandes Ligas, el derecho de La Habana brillaba con intensa luz.

Cuba era el principal exportador de talentos a las Mayores. Desde que Esteban Bellán debutó en 1871, sumaban 19 representantes de la Gran Antilla en los diferentes circuitos que habían sido parte del Big Show. Y Luque había sido la estrella principal en esa embajada.

No solamente acumuló 20 campañas. Además, fue líder de la Liga Nacional con 27 victorias en 1923, dos veces encabezó el Viejo Circuito en efectividad y en tres oportunidades fue el serpentinero con más blanqueos.

Luque estaba cerca del retiro cuando fue llamado a relevar por el manager Bill Terry aquel 7 de octubre de 1933. Ya no era abridor y tenía 42 años de edad.

Estaba por completar su antepenúltimo torneo, cuando subió a la lomita en el sexto inning, en relevo de Hal Schumacher. Sería su estreno en aquella Serie Mundial y su única presentación del lance, porque sus Gigantes de Nueva York anotarían tres veces en la parte alta del décimo acto, para llevarse la victoria definitiva. Durante casi cinco pasajes, bordó una actuación en blanco en la que consiguió 13 outs, con apenas dos hits.

Frente a él tenía a los Senadores, no a estos Nacionales. O algo así. Senadores fue el nombre que recibió el club en 1901, al participar de la fundación de la Liga Americana, aunque en 1905 fue cambiado a Nacionales. A pesar de ello, y aunque la escuadra quedó oficialmente con ese nuevo apelativo, semejante al actual, siguió siendo llamado por la prensa y muchos fanáticos por el mote original, hasta la mudanza a Minnesota, en 1961.

Washington, como quiera que se denominara su novena, vivió su época de esplendor entre 1924 y 1933. A pesar de coincidir con los Yankees de Nueva York y los Atléticos de Filadelfia, cargaron con tres banderines del joven circuito y con una Serie Mundial.

Fue en ese período cuando otro cubano vio acción en el Clásico de Otoño, convirtiéndose en el segundo latinoamericano en hacerlo.

Miguel Ángel González también nació en La Habana, también actuó en las Mayores durante dos décadas y también jugó pelota al más alto nivel hasta después de haber cumplido los 40 años.

Era receptor, a diferencia de su compatriota, y en los registros oficiales se le conoce como Mike González.

El careta habanero hizo carrera como suplente con cinco organizaciones y fue uno de los integrantes del roster de los Cachorros que en 1929 perdió ante los Atléticos en cinco duelos. Su papel con Chicago fue discreto en esa cita. Apareció en dos encuentros, fue a batear una sola vez y se ponchó.

Cuba fue la única presencia de la región en MLB durante mucho tiempo. En las primeras tres décadas del siglo 20 habían participado en la Gran Carpa 18 jugadores salidos de la isla, además de Bellán. El resto del área, salvo contadas excepciones (como el colombiano Luis Castro, de fugaz pasantía en 1904) empezaría a llegar por cuentagotas, poco después.

Eso explica la fecha relativamente tardía para el debut de otras nacionalidades hispanas en la Serie Mundial.

Puerto Rico aplaudió a Luis Olmo en la acción decisiva de octubre, con los Dodgers de Brooklyn, en el duelo de 1949; Beto Ávila (Bobby, en los registros estadounidenses) llevó la bandera de México al Clásico de Otoño de 1954, con los Indios de Cleveland; Luis Aparicio fue el primer venezolano, en 1959, con los Medias Blancas de Chicago; Héctor López agregó a Panamá, en 1960 con los Yankees; y Juan Marichal inscribió el nombre de la República Dominicana con los Gigantes de San Francisco, en 1962.

Poco a poco comenzaba el auge de los peloteros nacidos en América Latina, un crecimiento que hoy está en pleno apogeo, con figuras como Juan Soto o Aníbal Sánchez de los capitalinos, y José Altuve, Carlos Correa, Yordan Álvarez o Roberto Osuna, protagonistas en Houston.

Todos ellos tienen papeles centrales actualmente y hacen que el español se oiga claro y fuerte en ambos camerinos. Luque, en cambio, estaba solo.

El derecho cubano llegó a lanzar más de 3.000 innings, con 194 victorias y 3.24 de efectividad. Fue un pitcher estelar.

Hace exactamente 100 años se convirtió también en el primer latino en jugar el duelo otoñal por antonomasia en MLB, ese lance que ganó en 1919, con los Rojos de Cincinnati. Y hace 86 hizo el último lanzamiento en un encuentro de la Serie Mundial en Washington, un choque que terminó con una victoria en su cuenta personal y que hoy vuelve a ser noticia, al enfrentarse los Astros y los Nacionales.

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