“Las hetairas de Trump”, por Alberto Aranguibel

Probablemente ni siquiera en las recámaras privadas de la Casa Blanca se sintió tanta ansiedad con la necesidad de triunfo de Donald Trump, como la que se sintió en el ámbito de la oposición venezolana...

Probablemente ni siquiera en las recámaras privadas de la Casa Blanca se sintió tanta ansiedad con la necesidad de triunfo de Donald Trump, como la que se sintió en el ámbito de la oposición venezolana, cuyo frenesí por la anhelada reelección del delirante magnate fue mucho más allá de todo lo racional.

Jamás se vio tanto frenesí en la adulación y el rastacuerismo como los que expresaron durante toda la campaña electoral aquellos que haciéndose llamar venezolanos, no dejan sin embargo de implorar ni un solo instante de sus vidas por el logro del sometimiento y el control de Venezuela por parte del imperio norteamericano.

Expresiones como “Creo que en la historia humana nadie como Trump se asemeja tanto a la imagen de Atlas sosteniendo al mundo”, colocada en tuiter por uno de esos apátridas de alta alcurnia, podrían ser en sí mismas suficientes para demostrar el carácter arrastrado y servil de gente que no siente vergüenza ni temor al ridículo, porque su repudio visceral a toda idea de Patria es infinitamente superior a cualquier condición moral imaginable.

La bochornosa mezcolanza de himnos, entre el norteamericano y el venezolano, horriblemente entonada frente a una multitud en el corazón de Miami por unas damas conocidas en su viejo terruño zuliano como “las Kardashian guajiras”, dejó con la boca abierta a gringos y a supuestos venezolanos que no atinaban a comprender en qué parte del cuerpo tendrían metido esas señoras el sentido de la dignidad y el ridículo, que no les importaba para nada el disparate que escenificaban ahí como su mejor aporte a la campaña de Trump.

Hoy Donald Trump aparece derrotado, y su destemplado cretinismo y su proverbial altanería ya no son los mismos de hace apenas unos días. Pero su fortuna sigue incólume. Su contendor, Joe Baiden, quien tampoco fue que destacó por su gallardía como gladiador frente a las fieras, al menos salió electo presidente. 

Por eso, si alguien perdió en verdad en esa contienda, fueron precisamente esos lambesuelas que no tuvieron nunca el menor pudor para exponer su miserable condición de vendepatrias frente al mundo.

Ahora los veremos arrastrarse a los pies del nuevo mandatario como si no hubiera pasado nada. Exactamente igual a las desenfadadas Hetairas de la antigüedad.

@SoyAranguibel