Las cucarachas: Un drama cotidiano en los hogares de Barquisimeto

Hay terrores que nos persiguen desde la infancia, y para muchos barquisimetanos, uno de los más grandes tiene seis patas, antenas y un sonido chirriante que nos hace temblar. Hablamos de las cucarachas, esos invitados no deseados que, en cuanto asoman la cabeza, convierten a los más valientes en atletas de alto rendimiento con tal de huir de ellas.

Para entender este fenómeno que, aunque pocos lo admiten, es una realidad en muchos hogares larenses, visitamos a Marian Rodríguez, una vecina que, con humor y algo de nervios, nos recibió en su casa. «Mira, esta es una plaga que de repente sale y uno la combate», nos dijo, con la resignación de quien lleva años en esta batalla. Le preguntamos cómo lo hace. «Compro un polvito en la bodega, de esos que son buenos. Eso las combate», explicó, refiriéndose a los remedios caseros que son tan comunes en nuestra tierra.

Pero, ¿es solo una cuestión de plaga o hay algo más? Le preguntamos si sentía fobia. Su respuesta fue un eco de lo que muchos piensan. «Fobia no, asco. Y las ahuyento, no las mato, porque cuando hacen ese sonidito ‘schrs’ me da un asco y no las mato», confesó. Y es que ese pequeño ruido que hacen con sus patas es, para muchos, el colmo de la repugnancia.

Sin embargo, hay un momento en el que todos bajamos la guardia, en el que incluso los más «valientes» se rinden. Ese momento es cuando vuelan. El solo pensamiento de una cucaracha batiendo sus alas en nuestra dirección es suficiente para desatar el pánico. «Salgo corriendo porque pienso que se me va a pegar al cuerpo, y sí, sí corro cuando vuelan», admitió Marian, con una sonrisa nerviosa. «Si veo una cucaracha, busco a alguien para que la saque o la saco con un cepillo», añadió, dejando claro que el contacto físico está descartado.

La historia de Marian es la de muchos en Barquisimeto y en toda Venezuela. La cucaracha, más que un simple insecto, se convierte en un agente del caos que nos hace replantearnos nuestra valentía. Es ese pequeño ser que, con su inesperada aparición, nos obliga a soltar la sartén, a subir los pies al sofá o, en el peor de los casos, a hacer una carrera de 100 metros planos por toda la casa.

Así que la próxima vez que veas a alguien pegando un grito y huyendo de la cocina, no lo juzgues. Es posible que no sea cobardía, sino el instinto de supervivencia ante el terror de que una cucaracha, con su sonido chirriante y su vuelo errático, “se les pegue al cuerpo”. Al final del día, todos somos iguales ante esta pequeña plaga que nos obliga a buscar un cepillo o, en el mejor de los casos, a alguien que se encargue de ella.

Oriana Lorenzo / Noticias Barquisimeto