El volcán Kilauea, situado en la más grande de las islas de Hawái, entró en erupción en 1983 y, desde entonces, ofrece periódicamente imágenes extraordinarias. En los últimos días la lava, de un impresionante color rojo, ha vuelto a emerger en el lago que corona el volcán, convirtiéndolo en una enorme caldera en ebullición.

El nivel del lago ha quedado a solo dos metros del borde, pero no ha supuesto riesgo para la población de la isla.

El Kilauea es uno de los volcanes activos más grandes del mundo, con un cráter de, aproximadamente, cinco kilómetros de largo y 3,2 de ancho. Su nombre significa “escupiendo o propagándose mucho” y su vida se calcula 300.000 y 600.000 años. Originalmente terminaba en una cumbre que con el tiempo dejó paso a una superficie plana donde ahora se ve un cráter de una profundidad de 152 metros.

En 2016, el Servicio Geológico de Estados Unidos grabó desde el interior del cráter una erupción. Un año antes la lava afectó al bosque circundante. El río incandescente que se formó, según los testigos, avanzó entonces cerca de un kilómetro en menos de 24 horas. En 1955 otra erupción hizo que el volcán expulsara lava durante 88 días; en ese tiempo 15 kilómetros cuadrados de terreno quedaron destruidos.

Mientras, informa Efe, la constante actividad del volcán de Pacaya, uno de los más activos que hay en Guatemala, sigue este jueves en incremento y alimenta un gran flujo de lava de más de 500 metros de largo que se desprende por sus faldas.

La formación, que es parte de una gran caldera volcánica junto con el Lago de Amatitlán y la Laguna de Calderas, genera además explosiones de tipo estromboliano que arrojan material a unos 50 metros de altura que iluminan de resplandor el cielo.