La Asamblea Nacional electa el pasado 6 de diciembre concluyó un largo proceso para la designación de los rectores del Consejo Nacional Electoral. Este hecho ha sido saludado elogiosamente por la opinión pública nacional.

Reconocidas Organizaciones No Gubernamentales postularon candidatos a la consideración de los parlamentarios. Analistas y comentaristas de la vida política, así como observadores independientes y diversos medios de comunicación, mantuvieron estrecho seguimiento a la labor de las comisiones de diputados que se dedicaron al estudio y selección de los aspirantes, labor que estuvo acompañada de un intenso trabajo conjunto y de negociación entre partidos y referentes políticos de diversas orientaciones.

No fue una decisión secreta, tomada entre gallos y medianoche por una cuerdita. Fue el producto de búsqueda de coincidencias. Candidatos que lucían número puesto en un momento del proceso, al final no fueron favorecidos. Candidatos iban y venían. Al final nombres que no formaron parte de los pronósticos iniciales fueron favorecidos, pero más allá de las bondades de las personalidades sobre cuyos hombros ha recaído la responsabilidad de conducir el organismo electoral el país celebra los procedimientos de consulta, amplitud y transparencia que guiaron la designación de los nuevos rectores.

Queda la impronta de una deliberación política tensa, pero constructiva. Se presentaron diferencias entre los parlamentarios. Hubo desacuerdos entre los opositores. Gobierno y partidos recibieron presiones, demandas y observaciones de distintas tendencias que en esos espacios hacen vida diaria. Todo eso lo superaron mediante el diálogo y allí está el resultado.

Fue una decisión entre venezolanos. Fue un proceso autónomo. Nuestros diputados, en legítima representación del pueblo, ejercieron un acto de soberanía.

Sin embargo, por los rincones se oye uno que otro declarante lamentando que todo eso se hizo sin acompañamiento internacional, sin escuchar a la Unión Europea, a Almagro, o al senador Rubio. Están contrariados porque no se consultó a quienes ellos requieren antes de tomar cualquier decisión.

No saben cómo explicar ante esas instancias, de donde reciben instrucciones y financiamiento, que individualidades y sectores que hasta hace poco junto con ellos promovieron la abstención y la siembra de desconfianza en lo electoral, hoy ya no los acompañan. Ya no atienden sus instrucciones ni sus amenazas. Dejaron atrás la indecisión hecha conducta, el temor a ser sancionados o regañados por extranjeros que se creen dueños de las decisiones de los venezolanos.

Se van quedando cada vez más solos quienes desde Bogotá, Miami y Madrid han pretendido que el pueblo venezolano no va a votar de nuevo sino con ellos de candidatos y bajo la conducción de un gobierno interino que sólo ha existido en sus ególatras fantasías y en su empeño de desestabilizar el país, agravar la crisis y llenar de confusión y caos a la gente para que en esa desesperación reclamen y acepten cualquier salida violenta o tomen injerencias extranjeras como generosos aportes de salvadores en momentos de oscuridad.

Los dirigentes opositores que están de regreso a la vía electoral, al debate democrático y al diálogo constructivo como alternativa a la violencia y a la confrontación extrema, parecieran no estar dispuestos a seguir haciéndole coro al racimo de mentiras y engaños con los que se mareó a una población que reclama cambios de verdad a la brevedad posible. Aquello del “cese de la usurpación y gobierno de transición” es tenido hoy como una de las grandes burlas y estafas a las que hemos sido sometidos cuando se han propuesto vías de cambio político. Todo fue un engaño.

El país sabe que el camino es pacífico, es con la participación y el voto, es entre venezolanos y en paz.

Información de: EU