Juana de Valois, de Reina a Santa

Santa Juana de Valois

Al ser Reina se diría que su vida fue un cuento de hadas con final feliz; todo lo contrario, su realidad fue completamente distinta, una mezcla entre los más amargos sufrimientos y un absoluto desprecio de su familia

Juana nació el 23 de abril de 1464, hija del Rey Luis XI de Francia y de la Reina Carlota de Saboya; pero su título de Princesa no le otorgo los privilegios que le correspondían, paradójicamente su condición real la colocó en el centro de todas las críticas y miradas de desprecio. Por haber nacido mujer fue repudiada por su Padre, y mayor es el desencanto cuando  el diagnóstico médico revela deformidad, raquitismo, escoliosis (enfermedad de la columna vertebral) y desarrollo desigual de los miembros inferiores, afección que le causo cojera permanente. Fue la segunda de tres hermanos, antecedida por Carlos y precedida por Ana.

Santa Juana de Valois, Reina de Francia

Destinada a Vivir en Soledad

Desde los cinco años fue enviada lejos para ser criada por guardias en una casa de campo, aunque privada de comodidades y con grandes necesidades por su condición, Juana creció rodeada de una ambiente cariñoso y estrictamente religioso; la intensa soledad y miseria moral de su vida, la hizo acercarse a Dios en busca de consuelo, fomentando una especial devoción a la Virgen María. Su infancia transcurrió en total monotonía realizando los quehaceres propios de una vida sencilla, el bordado y la oración.

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Matrimonio y Reinado

Su Padre la forzó a desposarse con su primo Luis, Duque de Orleáns; tras su matrimonio, la Princesa sufrió más que antes, su esposo la repudiaba públicamente por ser la mujer que le habían impuesto como conyugue. A pesar de todo eso Juana le demostró amor y ternura durante el tiempo que estuvieron casados.

Al fallecer su Padre en 1483, es coronado su hermano como Carlos VIII de Francia; pero en abril de 1498, el Rey muere y no deja herederos, lo que hace que su esposo se convierta en el Rey Luis XII y ella en Reina de Francia, corona que ostentaría poco, puesto que su marido hizo anular su casamiento argumentando que nunca había sido consumadomo, y tras un juicio vergonzoso consigue su cometido y la deja humillada injustamente ante toda Francia.

Santa Juana fundó la Orden de la Anunciata, para imitar las virtudes de la Virgen María

Liberada y con Espíritu de Santidad

 Ya Juana no es Reina, le otorgaron el título de Duquesa de Berry, y decide retirarse a Bourges para servir a Dios y la Virgen como siempre lo había querido; en 1500 funda la Orden de la Anunciata, para la oración y penitencia, cuya principal regla era imitar las virtudes de María. Por fin la Reina repudiada halló la felicidad hacia el final de su vida, profeso sus votos, vistió el hábito; a pesar de su mala salud y constante sufrimiento, dedico muchas horas de oración por su cruel esposo, el alma de su Padre y la de su hermano.

El 4 de febrero de 1505, con tan solo 40 años, Juana murió como vivió; la triste noticia fue lamentada por sus hijas espirituales y su pueblo. Muchos milagros de sanidad surgieron tras su muerte; el Papa Benedicto XIV la declara Beata en el siglo XVIII y Pío XII la canoniza el 28 de mayo de 1950, Solemnidad de Pentecostés.

La vida de Santa Juana podría ser la versión real de «cenicienta», sin embargo el final sigue siendo feliz; el cuento de hadas terminaría aquí, pero la verdadera felicidad es más radiante, es aquella que transforma la varita mágica de la hada madrina en la ayuda eficaz y permanente de la Virgen María.