Firma del memorándum entre Gobierno y oposición venezolana confirma un reacomodo de fuerzas

EE.UU., la Unión Europea y el Grupo de Lima han asumido su derrota al intentar acabar con el gobierno de Maduro por la fuerza y han girado su postura de manera diametral.

La firma del memorándum de entendimiento entre Gobierno y oposición venezolana confirma un reacomodo de fuerzas y el inicio de un nuevo escenario político en el país latinoamericano.

Lo primero que habría que destacar es que al momento de la firma, y según el contenido del documento rubricado, el interinato de Juan Guaidó queda formalmente desmontado.

Reacomodo del entorno geopolítico sobre Venezuela

La oposición, ahora en consenso, salvo por algunas minorías radicalizadas, aceptan la derrota del interinato y claudican, luego de la insurrección que duró más de dos años y se produjo en torno al intento de crear un gobierno paralelo que nunca ocupó territorio alguno y se mantuvo como un simulacro apoyado por fuerzas internacionales.

La principal dosis de sinceridad, el más rotundo giro y aceptación de su error lo ponen sobre la mesa los países que apoyaron e hicieron posible, como único sostén, el mencionado gobierno paralelo.

EE.UU., la Unión Europea y el Grupo de Lima, conformado por 16 países de América, han asumido su derrota al intentar acabar con el Gobierno de Venezuela por la fuerza y han girado su postura de manera diametral. 

Hace poco más de dos años, el 30 de abril de 2019, Elliott Abrams, el entonces representante para asuntos sobre Venezuela de la Casa Blanca, coordinaba de forma telefónica y pública un golpe militar contra Maduro, apoyado por Federica Mogherini, representante para asuntos exteriores de la Unión Europea, y los presidentes de Colombia, Chile y Perú, entre otros.

Hoy, todos esos gobiernos, a excepción del Ejecutivo colombiano, han decidido girar su postura, aceptar su error estratégico y fomentar la firma de un acuerdo en el que se reconoce a Maduro como presidente de la República Bolivariana de Venezuela.

Aunque suene exagerado, para EE.UU. la firma de este acuerdo sobre Venezuela puede ser comparada, salvando las distancias y las formas, con su retirada de Afganistán, en tanto ha reconocido que la vía que alentó y la estrategia que implementó para cercar e implosionar el gobierno ha fracasado y ha tenido que aceptar una vía completamente diferente.

Todo este giro obedece, principalmente, al deceso de la hegemonía que los republicanos y el trumpismo tuvieron en el mundo sobre el tema de Venezuela.

Hoy día, el Grupo de Lima ya prácticamente no existe, la Unión Europea ha modificado su actitud y, a partir de ello, se ha hecho posible el inicio de un diálogo que, y esto es lo más importante, cuenta con la venia de los gobiernos que entorpecieron intentos anteriores de negociación.

Básicamente, por ello, podríamos ser optimistas ante la nueva ronda de encuentros, al menos hasta que vuelva el Partido Republicano al poder en Washington. 

Pero, además, el inesperado protagonismo de México, bajo el liderazgo del presidente Andrés Manuel López Obrador, demuestra un cambio radical de la situación geopolítica en la región.

De la preponderancia que tuvieron gobiernos de derecha radical como el de Colombia, Chile y México, durante la crisis en torno al interinato, pasamos a la ‘mano zurda’ mexicana, que ya con el documento firmado se anota una victoria diplomática real, de mucha significación para entender una variación ideológica en América Latina. 

Hoy los gobiernos de Brasil y Chile, debilitados por cuestiones internas y quienes asomaron la posibilidad del uso de la fuerza sobre Venezuela, deben guardar silencio ante la derrota de su estrategia, mientras el gobierno del presidente Iván Duque queda totalmente aislado de la actual situación continental, que incluye un gobierno del Partido Demócrata en Washington y un realineamiento de anteriores aliados, como los gobiernos de Perú, Argentina y el propio México.

Además, está el giro hacia la autoneutralización de otros gobiernos, como el ecuatoriano y el costarricense, muy activos durante la insurrección de Guaidó.

También podríamos decir que hay una especie de ‘desridiculización’ de las relaciones internacionales en países como España, donde el presidente Pedro Sánchez ha pasado de darle plazos al presidente Maduro para que deje el poder, como lo hizo en enero de 2019, a terminar aceptando la necesidad del diálogo con este en el poder.

Por supuesto, si el principal pilar de la oposición radical venezolana eran sus aliados internacionales alineados con los republicanos, la caída de estos últimos ha hecho que la situación interna de la oposición varíe.

Reacomodo a lo interno de la oposición

La oposición está sufriendo un cambio interno en el tablero de poder de sus corrientes, bien diferenciadas.

Si los últimos años, desde que emergió el interinato de Guaidó, fueron los sectores radicales, encabezados por el partido Voluntad Popular, quienes dictaron la estrategia de choque contra el gobierno, hoy las corrientes moderadas van tomando el control de a poco y, con una estrategia de largo aliento, se van posicionando para desarrollar un plan que acepte el cronograma constitucional, que la otra corriente no acepta, y presionar para la vuelta de una ‘normalidad’ política y, sobre todo, electoral.

El único líder que ha asumido abiertamente la estrategia de la negociación y la salida electoral con Maduro en el poder es el excandidato Henrique Capriles, sobre quien se posan ahora los reflectores en medio de una ‘renovación’, por no decir una vuelta pendular sobre sectores más moderados.

Los radicales lucen, más que derrotados, perdidos y totalmente fuera de lugar, casi mendigando para entrar de nuevo en la institucionalidad.

Para este sector radical, el no haber negociado en 2018 o 2019, cuando tenían mucho más poder, mayor capacidad de presión y un aliado incondicional en Washington dispuesto, al menos, a meter miedo, tendrá un costo político enorme.

Hacerlo ahora, mucho más débiles, sin músculo que mostrar y con la otra corriente opositora en ascenso, puede significar un debilitamiento terrible.

Nadie entiende aún en qué se basó su propuesta de la abstención, o si alguien creyó de verás la posibilidad de una invasión militar que arrasara con el país.

En todo caso, ese espejismo ha quedado enterrado en México y ahora toda la oposición deberá rediseñar su perfil, su narrativa y su lucha bajo la idea de que solo hay un presidente y es Maduro, por lo que deberán hacer las cosas de una forma diferente y aceptar la realidad política nacional.

Pero los cambios no solo se dan en la oposición, también hay modificaciones en el chavismo.

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Reacomodo en el chavismo

El chavismo también sufrirá, y ya está sufriendo, variaciones importantes.

Una de ellas es el solapamiento de las corrientes más radicales dentro del chavismo, que son más escépticas hacia el diálogo con la oposición y menos proclives a negociar escenarios democráticos para la resolución del conflicto.

El chavismo más moderado deberá prepararse para escenarios electorales en medio de una merma importante en su votación, que le llevó a una fuerte derrota en las parlamentarias de 2015, donde se enfrentaron ambas fuerzas.

Para ello, el partido de gobierno ha iniciado un cambio importante llamando a elecciones internas abiertas para escoger los candidatos a gobernadores y alcaldes para las próximas elecciones del 21 de noviembre, como forma de buscar reoxigenar el diálogo con electores que se han venido apartando del chavismo.

Hasta ahora, el gran aliado del chavismo en las últimas elecciones ha sido el llamado a la abstención de la oposición.

En la medida que la oposición moderada implemente la nueva estrategia que pone el foco en la cuestión electoral y consolide un llamado a la participación, las fuerzas oficialistas tendrán que hacer cambios en su estrategia política.

Según la Constitución, será en 2024 cuando se produzcan las próximas presidenciales, que además serán también las siguientes elecciones a partir de las que vienen el 21 de noviembre, por lo que las fuerzas oficiales y opositoras tendrán un largo camino para un desenlace electoral que termine de sellar la convivencia democrática entre ambas, que están muy lejos de desaparecer.

Con información de RT