Cientos de reos de ocho cárceles de Venezuela están liberando sus mentes y viendo sus vidas transformarse gracias al rugby, un deporte de escasa penetración en la nación sudamericana que está llevando “esperanza” a aquellos que una vez tomaron “una mala decisión”.

Los hombres, con edades comprendidas entre los 22 y los 40 años, se reunieron en la Hacienda Santa Teresa, en el aragüeño municipio de Revenga, a unas dos horas de Caracas, para tomar parte de la cuarta edición de la llamada “liga penitenciaria”, hija del reconocido Proyecto Alcatraz, que insta a jóvenes a cambiar armas por balones.

“Los que estamos aquí tenemos la esperanza de cambiar nuestras vidas, queremos demostrar que somos hombres nuevos, que somos mejores de lo que fuimos antes”, dijo a periodistas Giovanni Pérez, un ciudadano peruano de 34 años encarcelado en El Rodeo II del estado de Miranda.

Pérez, un amante del fútbol que arribó a Venezuela hace siete años, le confesó a Efe que el rugby se convirtió para él en “una pasión” a medida que conocía más del deporte.

“El rugby es una familia, es el único deporte con tres tiempos, y ese último tiempo es el que más valoramos, donde podemos apoyarnos”, añadió.

En ese tercer tiempo los familiares, claves en el proceso de reinserción en la sociedad de estos jugadores, tienen la oportunidad de compartir con ellos en un ambiente distendido, poco habitual en las prisiones venezolanas.

Algunos se reencuentran con sus familiares tras meses de separación.

El equipo Aves de Fénix, del centro Penitenciario David Viloria del estado de Lara, ganó por segundo año consecutivo el torneo, aunque el resultado poco importa, según dijo a Efe José Arrieta, uno de los fundadores del Proyecto Alcatraz.

“Se están reinsertando, están aprendiendo los valores del rugby”, indicó.

Y de esos valores, que repiten como un mantra los reclusos, el que más ha calado en Freddy Indriago es la tolerancia, cuyo cultivo le ha permitido “sobrevivir” en el “monstruo de concreto” que es El Rodeo III.

“También la humildad, (porque) yo era muy arrogante”, afirmó este exescolta, que cayó en la cárcel luego de matar a un hombre que lo interceptó de forma violenta en una calle de la popular barriada caraqueña de 23 de Enero.

Señala que entrar en prisión le hizo madurar, y no duda que haber formado parte del Proyecto Alcatraz le ayudará a recuperar a su familia y ser, nuevamente, parte productiva de la sociedad una vez salga de la prisión.

“Espero pasar año nuevo con mi familia”, añadió ilusionado.

Para Andrés Chumaceiro, director de la Hacienda Santa Teresa, el torneo es una prueba de que aquellos que transitan “el camino de la oscuridad” pueden pasar “a la luz”, siempre y cuando cuenten con el apoyo necesario.

En tal sentido, señaló que Santa Teresa está “obsesionada” con expandir el Proyecto Alcatraz a todo el municipio Revenga, y con que este sea un faro de inspiración para otras comunidades.

“Tenemos un método de replicabilidad, y todo el que quiera trabajar con nosotros es bienvenido”, explicó.

Al fondo, cientos de personas gritaban ante la posibilidad de que un veloz joven de Tocorón, una de las cárceles más peligrosas de Venezuela, anotara un ‘try’.

Pero su camino se detuvo a solo unos metros de la línea, tras una feroz tacleada de un rival.

Se levantó y recibió la felicitación de sus compañeros. Lo mismo le ocurrió a quien detuvo su carrera. Nadie condenó la violencia de la jugada.

“Es que el rugby es un deporte de bestias jugado por caballeros”, expresó José Arrieta.

Y los integrantes del Proyecto Alcatraz quieren ser más caballeros que los demás, como suele decir Alberto Vollmer, mecenas del programa y uno de los propietarios de la Hacienda Santa Teresa.

Información de: EFE