En el corazón palpitante de la avenida 20, entre el bullicio de los transeúntes y el incesante vaivén de la vida comercial, se alza una figura que se ha vuelto tan emblemática como los monumentos de la ciudad: Julio César Castillo, «el hombre de los paraguas». Con más de tres décadas de trabajo incansable, Julio no solo vende protección contra la lluvia o el sol, sino que también ofrece un pedazo de su propia historia, una crónica viva del comercio larense que lo ha visto florecer.
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Su rostro, curtido por el sol de Barquisimeto, se ilumina con una sonrisa amable al recordar sus inicios. El camino hasta convertirse en el conocido vendedor de paraguas, fue un viaje lleno de vueltas. «Primero intenté en la guardia, pero vi a unos panas del comercio y decidí probar», cuenta Julio, que la chispa del emprendimiento se encendió en ese momento, y la curiosidad lo llevó a explorar un mundo que terminaría por atraparlo durante 30 años de historias bajo el sol de la Avenida 20.

Comenzó vendiendo ropa, luego se aventuró con colonias, un negocio que le dejó sus primeras ganancias significativas. «En ese tiempo, todo estaba a 100 y yo empecé a vender las colonias a 250 bolívares. Ahí seguí, y después me enamoré de los paraguas para siempre».
Lo que empezó como una venta de necesidad, se transformó en una pasión duradera que más de 30 años después, lo mantiene en la misma esquina, específicamente en la calle 28 con la 20, Y con el mismo amor por su trabajo, por sus clientes, por Barquisimeto y su estado Lara.

Su puesto, no es solo un punto de venta; es un testimonio de resiliencia. Con el fruto de su esfuerzo, Julio ha levantado a su familia, ha construido su hogar y ha logrado tener hasta su propia moto. «Hoy, tras más de 30 años de trabajo duro, de venir cada día sin falta a la avenida 20, puedo decir que ha valido la pena todo ese esfuerzo, porque ya tengo mi casa, una familia y hasta moto».
«He visto muchos cambios en la avenida 20», reflexiona, observando el renovado casco central. «Claro que sí, ahora se ve muy bonita. Las tiendas también han cambiado». indicó el entrevistado
A pesar de los años y de los apodos que los barquisimetanos le han puesto cariñosamente, Julio siempre responde con una sonrisa. «Me llamo Julio Castillo y amo al estado Lara», dice con orgullo.

Cada paraguas que vende, es una historia de perseverancia; es un pedazo del alma de un hombre que ha encontrado su lugar en el mundo y en el comercio de una de las esquinas más conocidas de Barquisimeto. Y para todos los que pasamos por ahí, su puesto es un recordatorio que a veces los sueños más grandes se construyen con pequeños objetos y que un paraguas puede ser más que una simple herramienta, es el símbolo de una vida entera dedicada al trabajo y al amor por su tierra.

Por: Edwin «Sports» Hevia Cadevilla / NB