El día en que un grupo de oficiales intentó acabar con Adolf Hitler: Una historia de valentía y traición en la Alemania nazi

El día en que un grupo de oficiales intentó acabar con Adolf Hitler. Imaginen por un momento la tensión de aquellos días oscuros de la Segunda Guerra Mundial. La tiranía de Hitler y su régimen nazi parecía no tener fin. Millones de vidas estaban siendo arrasadas, y la esperanza de un cambio se desvanecía. Pero, ¿qué pasaría si les contáramos que hubo un día en que un grupo de valientes, desde las entrañas del propio ejército alemán, intentó poner fin a esa pesadilla? Hoy nos adentramos en los hechos del 20 de julio de 1944, un día que pudo cambiar la historia.

Los conspiradores: Hombres de uniforme contra la tiranía

No eran guerrilleros ni civiles armados. Eran oficiales del ejército, hombres que en algún momento juraron lealtad a Alemania, pero que, con el tiempo, se dieron cuenta del abismo moral al que el Führer estaba llevando a su nación. El corazón de esta conspiración, conocida como la Operación Valquiria, estaba conformado por figuras como el General Mayor Henning von Tresckow y el General Friedrich Olbricht, pero el nombre que resuena con más fuerza es el de Claus von Stauffenberg.

Stauffenberg, un coronel condecorado que había perdido un ojo, una mano y varios dedos en combate en el norte de África, era el rostro de la resistencia interna. Su discapacidad, lejos de mermar su espíritu, lo impulsó a una convicción inquebrantable: había que eliminar a Hitler a toda costa. Él era el encargado de llevar a cabo el acto decisivo, el que cambiaría el rumbo de la guerra.

El «Nido del Lobo»: Un atentado en el cuartel de Hitler

La mañana del 20 de julio de 1944, Stauffenberg llegó a la «Wolfsschanze» (La Guarida del Lobo), el cuartel general de Hitler en Prusia Oriental. El ambiente era tenso, la guerra se complicaba en todos los frentes y las reuniones de estrategia eran constantes. Ese día, Hitler se reunía con varios de sus altos mandos en una barraca de madera. La intención original era detonar la bomba en un búnker subterráneo, donde la explosión sería más devastadora, pero la reunión fue trasladada a una sala de superficie, lo que, lamentablemente, restaría efectividad al ataque.

Stauffenberg, con una calma impresionante, entró a la sala llevando un maletín que contenía dos bombas con detonadores químicos. Sin embargo, debido a una interrupción y a la necesidad de activar las bombas en secreto, solo pudo preparar una de ellas. Ubicó el maletín lo más cerca posible de Hitler, debajo de una pesada mesa de roble. Momentos después, con una excusa, salió de la sala.

El estallido y el escape

A las 12:42 PM, la bomba detonó. Una fuerte explosión sacudió la barraca, lanzando escombros y humo por doquier. El caos se apoderó del lugar. Stauffenberg, que observaba desde la distancia, vio la explosión y, creyendo que Hitler había muerto, se apresuró a salir de la Guarida del Lobo. Su misión era volar a Berlín para unirse a los demás conspiradores y poner en marcha la segunda fase de la Operación Valquiria: tomar el control del gobierno.

La Operación Valquiria en marcha: Un golpe de estado fallido

Mientras Stauffenberg volaba de regreso a Berlín, los otros conspiradores, liderados por el General Olbricht y el General Ludwig Beck, comenzaron a ejecutar la Operación Valquiria. El plan era ambicioso: una vez confirmada la muerte de Hitler, los reservistas del ejército en Berlín serían movilizados para tomar el control de puntos estratégicos de la capital, arrestar a los líderes nazis y establecer un gobierno provisional que buscaría la paz con los Aliados.

Las negociaciones con los Aliados eran cruciales para los conspiradores. Buscaban un armisticio inmediato que detuviera el derramamiento de sangre y salvara a Alemania de una derrota total. Sin embargo, todo dependía de un factor: la muerte de Hitler.

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El día en que un grupo de oficiales intentó acabar con Adolf Hitler

La voz de Hitler desde la radio: Un giro inesperado

Contrario a lo que Stauffenberg y sus compañeros creían, Hitler había sobrevivido a la explosión. Aunque milagrosamente ileso de la explosión directa gracias a la robusta mesa que desvió parte de la onda expansiva, sufrió heridas menores: un tímpano perforado, quemaduras leves, abrasiones y contusiones.

Horas después del atentado, la voz de Hitler, débil pero desafiante, retumbó por las ondas de radio. En un discurso que dejó perplejos a los conspiradores y al mundo, el Führer anunció que había sobrevivido milagrosamente, atribuyéndolo a la «providencia divina». Declaró con furia: «Un pequeño círculo de oficiales, ambicioso e inescrupuloso, ha intentado eliminarme». La noticia de su supervivencia desmoralizó a los conspiradores y galvanizó a sus leales.

La represión y el fin de los valientes

Con la noticia de que Hitler estaba vivo, el golpe de estado comenzó a desmoronarse. Los reservistas, confundidos y temerosos, no sabían a quién obedecer. La lealtad de muchos oficiales del ejército se mantuvo firme con el régimen nazi. La Gestapo, la temida policía secreta, inició una brutal represión.

En la madrugada del 21 de julio, Stauffenberg y varios de sus principales colaboradores, incluyendo al General Olbricht, fueron capturados en el Bendlerblock, el cuartel general del ejército en Berlín. Sin juicio ni remordimiento, fueron fusilados en el patio del cuartel. Stauffenberg, antes de caer, habría gritado: «¡Viva la sagrada Alemania!».

Lo que siguió fue una purga implacable. Miles de personas, sospechosas de tener la más mínima conexión con la conspiración, fueron arrestadas, torturadas y ejecutadas. La «Operación Valquiria» fracasó en su objetivo de eliminar a Hitler, pero dejó un testimonio imborrable de la resistencia interna, de aquellos que se atrevieron a desafiar al tirano.

Un legado de valentía y advertencia

La historia del 20 de julio de 1944 es un recordatorio poderoso de la valentía individual frente a la opresión. Aunque el atentado no logró su objetivo inmediato, demostró que incluso dentro de los regímenes más totalitarios, existen voces y acciones de disidencia.

Pedro Montilla / NB