No cabe duda de que Wimbledon es el torneo de tenis más prestigioso del mundo. Incluso para los no fanáticos de este deporte, su nombre resuena como ese hito que los tenistas profesionales necesitan conseguir. Y es que ¿cómo no va a ser un torneo icónico, si desde el deporte per se hasta los códigos de vestir son sinónimo de elegancia y clase? Cada verano, no solo se alzan las raquetas, también se despliega una pasarela de moda especial.
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Una de las cosas más notorias de Wimbledon desde hace décadas es el uso impoluto del color blanco, algo que, de hecho, impulsó la tendencia del ‘Tenis Core’, o lo primero que se nos viene a la cabeza cuando pensamos en un deportista que practica esta disciplina. Sin embargo, esto es más que una simple moda, es una norma, que lleva aplicándose de forma estricta desde hace más de un siglo.
El código de vestimenta de Wimbledon
La reglas estéticas de Wimbledon son probablemente las más estrictas del tenis profesional. A diferencia de otros Grand Slams, en los que los jugadores pueden lucir prendas de todos los colores y estilos, en el All England Club, la cuna del torneo, desde las camisetas, pantalones, faldas, hasta los sujetadores, calcetines, viseras, muñequeras, todo tiene que ser blanco. No se permiten colores “dominantes”, ni detalles llamativos, ni prendas con transparencias y ni siquiera los tonos marfil. Sin embargo, este año se permitirá llevar lazos negros en honor a Diogo Jota.
Pero ¿por qué tanto rigor? La raíz de esta tradición se remonta al siglo XIX, concretamente a 1880, cuando el tenis comenzó a practicarse en los clubes británicos de alta sociedad. En esa época, el blanco era considerado el color de la pureza, la clase y, sin duda, el buen gusto. Además, cumplía una función práctica, disimulaba el sudor, algo que en aquella sociedad victoriana se consideraba impropio o vulgar.
Con los años, muchos torneos abandonaron esa tradición en favor de la modernidad y la libertad de expresión. Pero Wimbledon, sin embargo, nunca desistió y decidió, más bien, conservarla como seña de identidad, reforzando el carácter exclusivo del torneo. En 1963, el código ya era oficial, pero fue en 1995 cuando se endureció seriamente, y en 2014 se establecieron nuevas normas aún más precisas, incluyendo revisiones en los vestuarios y sanciones para quien no cumpliera.
Polémicas con el uso del color blanco
Este apego a la tradición ha generado momentos de tensión. Figuras como Andre Agassi en los años 90 criticaron la rigidez del código, y muchos jugadores han tenido que cambiarse al detectarse algún detalle que no estuviese en blanco. Sin embargo, la mayoría de tenistas acaban aceptándolo como parte del “juego Wimbledon”, una especie de ritual que recuerda que, al menos allí, el tenis no es solo un deporte, sino una ceremonia.
Aun así, la estética que genera esta regla también ha contribuido al aura mítica del torneo. Las imágenes de las pistas perfectamente verdes y los jugadores vestidos de blanco brillante son simplemente postales, reconocibles al instante. Sin duda, esta uniformidad es parte del encanto del evento.

Hender «Vivo» González
Con información de 20minuros.com