

¡Lo que ha de verse en tiempos de pandemia! Cuando nuestra capacidad de asombro parecía superada por la muerte de los miles, enclaustrados y asolados todos, he aquí que otros asuntos más pedestres convocan nuestra atención.
Como si un cowboy del lejano oeste fuese, su trémula diestra palpando la
cacha de su revólver, este sheriff planetario, bocón e ignaro, ha ofrecido una
cuantiosa recompensa por la captura del señor de estos dominios. Se le acusa de
un delito de narcotráfico cometido en tierras del norte. Si por Venezuela
transita la droga -cosa de décadas, dicho sea de paso, “a uno no le queda esperar sino que en esa acusación se mencione a los
políticos, empresarios, jueces, militares y policías cómplices en Colombia, el
país que produce el 70 % de la cocaína del planeta, y, así mismo, a los
políticos, empresarios, jueces, militares y policías que en EEUU,
principalísimo consumidor, hacen posible que la carga cruce sus fronteras”.
Si es individual la acusación contra cada uno de estos 14, Maduro y sus
adláteres, de acuerdo, tienen derecho. Que se les asegure el derecho al debido
proceso y vamos a ver qué sale de todo esto. Pero “si lo que se quiere es acusar al rrrrrégimen madurista de ser un
narcoEstado, ya son palabras mayores: ¿pueden dos fiscales del sur de Nueva
York y Florida hacerlo? No estoy muy seguro. ¿Y la ONU no existe para eso?”
¿No debería el alguacil gringo llevar hasta allá sus alegatos y proponer las
sanciones que juzgue pertinentes? Que las naciones del mundo juzguen a la
nación acusada. Juicio de los pares, se llama.
¿Es en verdad “proceso judicial o excusa
para una intervención” al modo de Panamá? ¿Maduro es acaso Noriega? ¿La
geografía de aquel pequeño país es comparable en extensión y complejidad a la
nuestra? ¿Cuántos oficiales y efectivos militares y cuánto armamento ponemos en
cada platillo de la balanza? Rusia y China observan y ponen otra diferencia
crucial.
Y entonces, sainete ridículo si no fuese tragedia, un mayor general sin
verbo, revela, tartamudea, sería mejor decir, la conjura terrorista. El parque
decomisado se proponía la comisión de “acciones quirúrgicas” contra
personeros del rrrégimen. “Dícese que en
el contrato de compra está estampada la rúbrica del autojuramentado. ¿Alguna explicación
por estos predios? Ninguna. ¿Algún deslinde claro con estos delirios homicidas?
Ninguno”.
Sorprende que los hechos acontezcan cuando estamos en pleno fragor de la
guerra mundial contra la pandemia. Pero así son las cosas. “Debimos haber suspendido las hostilidades para remar todos juntos en
la misma canoa antipandémica, pero no. Ambos contrincantes se miran a la cara y
rugen”. Éste esquiva el encuentro, dice que mientras el presidente siga
siéndolo, no acudirá a la Nunciatura ni mucho menos a palacio, y tiene “la necia, la boba idea de proponer un
gobierno de emergencia ¡sin que participe quien detenta el poder real! y el
control del territorio”, es decir, no formula propuesta alguna ni piensa en
el padecimiento de los más, sino que en realidad hace una cabriola
propagandística y calcula cómo redituar políticamente de la catástrofe.
Aquél, mendicante, con las arcas exangües por propia torpeza, con la mano
extendida, rodeado de sus leales, “baja
un puente de plata a los pies del excandidato contrario, pero en haciéndolo,
lo llena de mofas y denuestos”. Ambos dos, como se dice, confirman la moraleja
aquélla del escorpión que, ayudado por una desconfiada rana para cruzar las
aguas turbulentas del río Níger, sin embargo hinca en su socia de ocasión el
aguijón ponzoñozo: “estaba en su
naturaleza”, nos explica Esopo. Así, “la
naturaleza confrontacionista y violenta de los dos extremismos del odio y la
sinrazón, van hundiendo a este pobre, sufrido país devastado por la indolencia”.
“Ve, pueblo mío, entra en tu casa y
cierra las puertas detrás de ti. Escóndete un poco, hasta que pase la ira del
Señor”, profetizó Isaías,
estadista, poeta, orador, escritor y firme opositor a la política de alianza de
los reyes de Judá con los imperios extranjeros. Que cuando pase la
indignación, encontremos los hijos de esta patria los senderos del reencuentro
y la unidad para acometer juntos todos, y sin tutelajes imperiales, la
desafiante empresa de la reconstrucción nacional.
Enrique Ochoa Antich (Punto
de Corte)