El número total de destituciones de altos cargos dependientes del presidente Trump se eleva ya a cuarenta. Lo que significa que, dado que lleva 417 días en el cargo, el presidente está despidiendo a un alto funcionario de su confianza cada diez días aproximadamente.

Dentro del entorno de poder de la Administración y de la Casa Blanca, el presidente ha despedido a diez de los veinte altos cargos más relevantes. El récord de menor permanencia lo tiene el exdirector de Comunicación de la Casa Blanca Anthony Scaramucci, que duró diez días en el puesto.

El cálculo para medir esta estdíastica se basa en el trabajo que Kathryn Dunn Tempas, experta en estudios de Gobernanza, ha elaborado para Brookings Institution, el prestigioso “think tank”. La conclusión es que en el primer año de mandato, Trump había despedido a siete de los diecinueve considerados expertos y ejecutivos con mayor peso. Un 34% del total, según Tempas, quien atribuye el alto número de despedidos a que “este presidente prima más la fidelidad que la cualificación”.

En comparación, supone el triple de despidos que Obama y el doble que Reagan. George W. Bush ni siquiera se estrenó en sus primeros doce meses. Antes de Tillerson, entre los grandes caídos de Trump figura el Asesor de Seguridad Nacional, Michael Flynn, que duró unas semanas, antes de dar cuentas por la trama rusa, y su propio jefe de gabinete, Reince Priebus, cuyo adiós dejó todo el poder a un general retirado, John Kelly, desde entonces ejecutor inmisericorde de las salidas. A ellos hay añadir a otros altos cargos, algunos de ellos de notable influencia, que rozan la treintena de fulminados, de los aproximadamente sesenta puestos principales en la Casa Blanca.

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