“Dios es nuestro aliado, no el virus”: Misa del Viernes Santo desde el Vaticano

El Pontífice celebró el Viernes Santo en la Basílica de San Pedro, junto a un puñado de personas.

El Pontífice celebró el Viernes Santo en la Basílica de San Pedro, junto a un puñado de personas.

“Dios participa en nuestro dolor para vencerlo”, y en medio de tanto sufrimiento causado por esta pandemia, “es aliado nuestro, no del virus”.

Así lo señaló el padre Raniero Cantalamessa, predicador de la Casa Pontificia, durante la celebración de la Pasión del Señor, en la Basílica de San Pedro.

Ante una Basílica de nuevo vacía por la emergencia del coronavirus, Cantalamessa recordó que “la Cruz de Cristo ha cambiado el sentido del dolor y del sufrimiento humano. De todo sufrimiento, físico y moral. Ya no es un castigo, una maldición. Ha sido redimida en raíz desde que el Hijo de Dios la ha tomado sobre sí”.

Gracias a la cruz de Cristo «el sufrimiento se ha convertido también, a su manera, en una especie de “sacramento universal de salvación” para el género humano”.

“¿Cuál es la luz que arroja todo esto en esta pandemia?, se preguntó el predicador. “El coronavirus nos ha despertado bruscamente del peligro mayor que siempre han corrido los individuos y la humanidad: el del delirio de omnipotencia”. “Ha bastado el más pequeño e informe elemento de la naturaleza, un virus, para recordarnos que somos mortales, que la potencia militar y la tecnología no bastan para salvarnos”, añadió.

Cantalamessa –cita el portal Alma y Omega,  acudió a un ejemplo concreto. Mientras pintaba al fresco la catedral de San Pablo en Londres, el pintor James Thornhill retrocedió para verlo mejor, y “no se daba cuenta de que se iba a precipitar al vacío desde los andamios. Un asistente, horrorizado, comprendió que un grito de llamada solo habría acelerado el desastre”. Sin pensarlo dos veces, el asistente “mojó un pincel en el color y lo arrojó en medio del fresco. El maestro, estupefacto, dio un salto hacia adelante. Su obra estaba comprometida, pero él estaba a salvo”.

Esta imagen simboliza como actúa a veces Dios con nosotros: “trastorna nuestros proyectos y nuestra tranquilidad para salvarnos del abismo que no vemos”. Pero, aseguró Cantalamessa, “atentos a no engañarnos. No es Dios quien ha arrojado el pincel sobre el fresco de nuestra orgullosa civilización tecnológica. ¡Dios es aliado nuestro, no del virus!”. “Si estos flagelos fueran castigos de Dios, no se explicaría por qué se abaten igual sobre buenos y malos, y por qué los pobres son los que más sufren sus consecuencias. ¿Son ellos más pecadores que otros?”.

El religioso continuó aclarando que “El que lloró un día por la muerte de Lázaro llora hoy por el flagelo que ha caído sobre la humanidad. Sí, Dios ‘sufre’, como cada padre y cada madre. Cuando nos enteremos un día, nos avergonzaremos de todas las acusaciones que hicimos contra él en la vida”.

Dios permite que la libertad siga su curso

En su homilía, el padre Cantalamessa se preguntó ante los espectadores de todo el mundo, que seguían la celebración por diferentes medios de comunicación o por streaming, si “¿acaso Dios Padre ha querido la muerte de su Hijo, para sacar un bien de ella?”. “No, simplemente ha permitido que la libertad humana siguiera su curso”. Esto vale también para los males naturales: “Él ha dado también a la naturaleza una especie de libertad, cualitativamente diferente, sin duda, de la libertad moral del hombre, pero siempre una forma de libertad. Libertad de evolucionar según sus leyes de desarrollo. No ha creado el mundo como un reloj programado con antelación en cualquier mínimo movimiento suyo”.

Un fruto positivo de la presente crisis sanitaria es “el sentimiento de solidaridad. ¿Cuándo, en la memoria humana, los pueblos de todas las naciones se sintieron tan unidos, tan iguales, tan poco litigiosos, como en este momento de dolor?”. “Nos hemos olvidado de los muros a construir. El virus no conoce fronteras. En un instante ha derribado todas las barreras y las distinciones: de raza, de religión, de censo, de poder. No debemos volver atrás cuando este momento haya pasado”. Esta, insistió, “es la recesión que más debemos temer”.

Basta a la “trágica carrera de armamentos”

En este punto, el predicador de la Casa Pontificia recalcó que es el momento de decir «basta a la trágica carrera de armamentos. Gritadlo con todas vuestras fuerzas, jóvenes, porque es sobre todo vuestro destino lo que está en juego». «Destinemos los ilimitados recursos empleados para las armas para los fines cuya necesidad y urgencia vemos en estas situaciones: la salud, la higiene, la alimentación, la lucha contra la pobreza, el cuidado de lo creado». Esta es la ocasión para dejar «a la generación que venga un mundo más pobre de cosas y de dinero, si es necesario, pero más rico en humanidad».

«Después de tres días resucitaré», predijo Jesús (cf. Mt 9, 31). Nosotros también, concluyó Cantalamessa, «después de estos días que esperamos sean cortos, nos levantaremos y saldremos de las tumbas de nuestros hogares. No para volver a la vida anterior como Lázaro, sino a una vida nueva, como Jesús. Una vida más fraterna, más humana. ¡Más cristiana!»