Detrás de la Claqueta, reseña: Whiplash, música y obsesión

Whiplash es un drama musical escrito y dirigido por Damien Chazelle, el cual está centrado en la historia de Andrew Neiman, un joven baterista amante del jazz, cuya aspiración para el futuro es llegar a ser tan grande dentro del género, tal como lo fue Buddy Rich.

No es sino hasta que entra en su primer año como estudiante de jazz en el prestigioso Conservatorio Shaffer que conoce al famoso director de orquesta Terry Fletcher, el cual lo invita a su Studio Band como suplente de batería.

Protagonizada por Miles Taller (Andrew Neiman) y J. K. Simmons (Fletcher), ha sido una de las películas más aclamadas por la crítica en los últimos años, incluso, durante su estreno logró llevarse numerosos premios, entre ellos, un BAFTA, un Critics’ Choice Award, un Globo de Oro y un Óscar a Mejor Actor de Reparto para J. K. Simmons, al igual que un Óscar por Mejor Montaje, para Tom Cross y un Óscar al Mejor Sonido.

Desde un principio alcanzas a simpatizar con Andrew, debido a su insistencia por alcanzar sus metas profesionales, pero todo cambia cuando comienzas a notar su insistente comportamiento por ser el mejor, el cual por otro lado se ve profundamente afectado por el obstinante de su tutor, Terry Fletcher, a medida que el film avanza comienzas a notar que algo no va muy bien en el joven aprendiz, hasta el punto de incluso cuestionarte si todo aquel desgaste emocional vale la pena.

Chazelle logra enviarnos este tremendo film, que nos coloca en un punto medio entre la música y la obsesión de ser el mejor dentro del género; de las grandes insistencias por ser alguien relevante dentro de la industria y las adversidades dentro del mundo musical.

Con personajes muy bien logrados, pero siendo Terry Fletcher (J. K. Simmons), el núcleo principal de la trama. Es cruel, despiadado y meticulosamente profesional, pero en algunas ocasiones logras ver un atisbo de humanidad dentro de la máquina, aunque claro está, jamás deja que ese lado suyo sea más dominante que su desesperado deseo por alcanzar la perfección en su Studio Band. Es malvado, y a la vez es real, y eso lo hace un personaje muy acertado.

En cuanto a la dirección, en mi opinión, uno de los aspectos por los cuales Whiplash transmite tanta intensidad es debido al excelente manejo de los diversos planos detalle y los constantes movimientos rápidos de cámara, mientras que las escenas se funden en un ambiente cálido. La mayoría del tiempo transcurre dentro de lugares cerrados; el estudio, la habitación de Andrew, el conservatorio, los cuales generalmente se encuentran iluminados de un color casi amarillo, de hecho llega más a las tonalidades doradas, el cual dentro de la semiótica es conocido como un color que transmite la victoria, la fama y la relevancia.

«La fama brilla como el oro», suelen decir muchas voces, y como todos sabemos esa era la principal motivación de Andrew: la fama, el reconocimiento… El éxito. Tal vez no fue una casualidad por parte de Challeze utilizar estas tonalidades para el film en primera instancia.

Por otro lado, Hollywood nos ha a adoctrinado tanto al pensamiento de que solo una película de acción puede llegar a tener cargas de adrenalina… Hasta que aparece Damien Chazelle con esta gran obra maestra, rompiendo los paradigmas de musicales comunes y dándonos uno de los puntos clímax más intensos y bien logrados de la cinematografía. Sin necesidad de autos, persecuciones o tiroteos. Solo un joven frustrado con baquetas en sus manos sentado frente a una batería y un hombre cruel y visionario, dirigiéndole, para finalizar aquella pieza improvisada por Andrew Neiman con broche de oro.

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En fin, Whiplash ha logrado llegar muy lejos desde el principio gracias a que todos los aspectos de una buena cinta audiovisual logran fusionarse entre sí: buen guion, buena producción, buena dirección.

Si aún no la ves, búscala. Si sufres del corazón, toma tus medicamentos y luego vela, porque está cargada de escenas tan intensas que aceleran todo tu sistema.


Whiplash: música y obsesión. ¡Excelente!

Por: Mariángel Jiménez