Fue una demostración de fuerza cívica inédita en Nicaragua en la última década. Decenas de miles de nicaragüenses, vestidos de blanco y ondeando la bandera nacional, recorrieron varios kilómetros en Managua después de que la represión de las protestas de los últimos días haya dejado al menos 25 muertos. Coreaban consignas contra el régimen del presidente Daniel Ortega, que ha sofocado con dureza las manifestaciones originadas por la reforma al Seguro Social promulgada el pasado martes. Aunque el presidente derogó las reformas, la marcha convocada por las cúpulas empresariales se desarrolló de forma pacífica, una muestra del rechazo de los ciudadanos a la violencia desatada por el Gobierno.

Los manifestantes, en una conmovedora demostración de solidaridad, rompieron con la ruta prevista de la marcha y se dirigieron varios kilómetros más allá, hacia los barrios orientales de Managua. Allí todavía hay barricadas y es donde está la sede de la Universidad Politécnica (UPOLI), bastión de la resistencia estudiantil, atacada la noche del domingo por las fuerzas antidisturbios y los seguidores del Frente Sandinista.  A las protestas en Managua se suman las manifestaciones masivas en las ciudades de Estelí, Matagalpa, Masaya, Granada, Bluefields y León.

“¡Qué se vayan, qué se vayan!”, coreaban miles de personas al unísono exigiendo el fin del régimen del presidente Daniel Ortega, que ha gobernando Nicaragua de forma autoritaria durante 11 años. “¡Daniel y Somoza, son la misma cosa!”, gritaban a todo pulmón. Una consigna muy dura para el mandatario, porque lo compara con el dictador contra el que luchó en su juventud.

El ánimo en Managua era de triunfo. La gente formaba parte de una marea humana que contrastaba con el discurso oficial dominado por Rosario Murillo, la vicepresidenta y esposa de Ortega, para quien las protestas eran “minúsculas” y sus manifestantes “vampiros en busca de sangre”. Esta marcha nacional comenzó a las 15.00 hora local, en la céntrica garita de Rubén Darío y avanzó hasta la UPOLI, unos seis kilómetros más allá del destino inicial. Varios manifestantes cargaban imágenes con los nombres de los muertos y exigían la liberación de los detenidos por la Policía Nacional. Entre quienes cargaban pancartas estaba Marcos Olivares, un joven de 28 años que denuncia la captura de uno de sus amigos, Jorge Chamorro Flores, maestro de arquitectura que había llegado hasta la Universidad Nacional de Ingeniería (UNI) a entregar víveres a los estudiantes que estaban atrincherados en esa universidad pública, como lo hicieron decenas de nicaragüenses durante el inicio de la crisis.

“Me estoy manifestando por una patria libre, porque se detenga ya la represión y porque liberen a mi mejor amigo, mi hermano, a quien conozco desde los ocho años”, explicó Olivares, quien aseguró que su amigo lleva cuatro días detenido. “No me puedo quedar tranquilo, en la comodidad de mi casa, mientras él está preso”, agregó.

Para los jóvenes como Olivares la manifestación de este lunes representa una ruptura con la realidad política del país en el que han vivido su vida adulta. Por primera vez decenas de miles de nicaragüenses han tomado las calles de la capital para exigir un cambio en la forma de gobernar el país. A los mayores de la manifestación, les recordaba a las protestas para derrocar la dictadura de Somoza, pero para quienes no vivieron en aquel régimen esta era una novedad. “Esta marcha es increíble. En mis 28 años nunca había visto que el pueblo se levantara. Y es por esta casa justa, noble, por la patria. El pueblo sabe que se puede unir sin violencia”, expresó Olivares.

Las manifestaciones contra el régimen comenzaron el pasado miércoles después de que el presidente decidiera imponer la reforma al Seguro, que establece una reducción del 5% a las pensiones y aumentos en las cuotas que deben pagar la patronal y los trabajadores para evitar la quiebra del Instituto Nicaragüense de Seguridad Social (INSS). El Gobierno desató una dura represión contra los manifestantes, que ha dejado al menos 25 muertos.

Está por verse el impacto que esta demostración de fuerza tendrá en el régimen de Ortega, que ya sufrió una dura derrota en su intransigencia y autoritarismo al tener que derogar las reformas al Seguro. Hasta el momento queda claro que el comandante perdió el control de las calles y que hay un movimiento civil que después de una semana histórica de manifestaciones marca un antes y un después para el poder en Nicaragua.