En el Seaquarium de Miami, Lolita pasa sus días en el tanque para cetácetos más pequeño de Estados Unidos. En un espacio que para una orca adulta es poco más holgado para vivir que una bañera para un ser humano, el amansado cetáceo sigue cumpliendo con sus saltos de rigor diarios para el disfrute del público que compra las entradas del acuario. Lolita es la gran estrella del negocio. Su edad se estima en 50 años y lleva cautiva desde los tres. Cuando era una orca bebé, los cazadores la atraparon en una batida un 8 de agosto de 1970 en las aguas de Puguet Sound (Estado de Washington) junto a otro medio centenar. Ella es la única que ha sobrevivido hasta ahora. Y un grupo exige cada vez con más fuerza la liberación de la orca solitaria.

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Este martes en Miami en el cuartel electoral del exalcalde de Miami Beach y candidato a gobernador de Florida Philip Levine, en Wynwood, un barrio hipsterrepleto de grafitis donde miles de turistas se hacen un selfie tras otro cada día, se tramaron los siguientes pasos de la estrategia para sacar del acuario a Lolita con representantes de la Nación Lummi, indígenas originarios del Estado de Washington (noroeste de Estados Unidos), el área donde la orca –Tokitae para ellos– fue privada de libertad para ser convertida en una fabulosa mascota de exhibición. Los nativos llevan el liderazgo de este empeño porque consideran que devolver a Lolita a su mar es “un compromiso sagrado”.

La batalla por liberar a Lolita comenzó en 1995, en el contexto de la sensibilización que generó el éxito de la película de 1993 Liberad a Willy, que trataba sobre una orca a la que un niño quería liberar de un acuario. Los Lummi afirmaron este martes que ya han conseguido reunir un fondo de 3,6 millones de dólares para costear el complejo plan de traslado del animal, que requeriría lo siguiente: hacer que nadase hasta posarse en una base; elevarla con una grúa, con sus seis metros de largo y 3.200 kilos; depositarla en un enorme contenedor con agua helada; llevarla al aeropuerto internacional de Miami; cargarla en un avión militar y llevarla en siete horas de vuelo al aeropuerto de Bellingham, en el Estado de Washington, desde donde sería transportada hasta un corral marino en las islas de San Juan. Allí pasaría un tiempo de aclimatación a sus aguas nativas con el propósito de que al final sea liberada en el oceáno Pacífico.

Es un plan costoso y complejo, pero la principal piedra en el camino es la negativa del Seaquarium de Miami a desprenderse de Lolita. La empresa sostiene que la orca se ha adaptado al acuario y que devolverla a su espacio natural de nacimiento la perjudicaría. Ponen como ejempo el caso de Keiko, la orca que protagonizó Libertad a Willy. Capturada en 1979 cerca de Islandia cuando tenía dos años, pasó por un acuario de este país, otro de Canadá y luego por un parque de atracciones en Ciudad de México. Después de la película nació una campaña para dejarla libre y con 20 millones de dólares de aportación del millonario Craig McCaw y miles de monedas enviadas por niños del mundo entero arrancó un largo periplo de regreso a la vida salvaje que culminó en su liberación en 2002. Un año más tarde, la orca Keiko moría de una neumonía a los 26 años de edad, mucho más joven que Lolita.

Los estudios científicos indican que las probabilidades de reaclimatación y supervivencia de una orca como esta no son altas, aunque el escenario mejoraría en caso de probar una solución intermedia, como su permanencia en un santuario en el Pacífico controlada por veterinarios. En ese caso, eso sí, el coste de mantenimiento sería de millones de dólares anuales. Para los ecologistas que piden su liberación lo prioritario es sacarla del estrecho acuario donde ha pasado toda su vida confinada. Este martes, un miembro de los Lummi, Fred Lane, resumía su posición: “Es mejor morir en tu casa con tu familia que morir en cautividad”. El 23 y el 24 de mayo, el grupo que defiende la puesta en libertad de Lolita hará una manifestación en Miami a la que llevarán un tótem diseñado en su honor por los Lummi.

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