Confesiones del chamo limpiaparabrisas: “La calle es dura, se pasa hambre”

Vestido con un pantalón negro agujereado en las rodillas, calzando unas chancletas amarradas con un cordel sucio para cubrir una rotura en los dedos, encontramos en la avenida Lara de Barquisimeto a Pablo David, justamente en la esquina del McDonald’s, lugar donde limpia parabrisas de los automóviles que por allí transitan.

Tiene 12 años y lleva tres trabajando en el lugar. Se levanta de madrugada, apenas toma un vaso de agua y sale de su casa en Yaritagua rumbo a Barquisimeto en buseta, dejando atrás las bendiciones de su madre quien le reza a virgencita para que el muchacho regrese “sano y salvo”.

Niños limpiaparabrisas se concentran en su mayoría en las avenidas del este de la ciudad

Su primer cliente del día, una camioneta pickup verde conducido por José Manuel, quien todos los lunes le pide la limpieza del parabrisas. “Rápido chamo, antes que cambie la luz”, le dice el chofer al voluntarioso joven, quien solo se toma unos segundos para dejar el vidrio transparente y recibir el pago por su trabajo.

Así transcurren todas las mañanas de Pablo David, entre el ruido de cornetas y el paso veloz de los carros en pleno este de la ciudad. Conversamos con el pequeño y animado trabajador, quien con ojos aguarapados nos confesó que “la calle es dura, se pasa hambre, calor, frío, pero al menos hago para el diario”.

Hasta la fecha ningún organismo de atención al menor se ha pronunciado

Durante los últimos meses del año, se pudo visualizar el incremento de menores de edad y de adultos en las principales avenidas de Barquisimeto, ofreciendo la limpieza de vidrios a vehículos a cambio de algunas monedas o comida.

Hasta la fecha, ningún organismo de atención al menor se ha preocupado por el bienestar de estos niños o de aquellos adultos padres de familia que se dedican a esa actividad, ante la falta de un empleo fijo.

Juan Antonio Montes tiene 22 años de edad, con su cepillo en mano y un pote plástico lleno de agua y jabón que agarra de los medidores de las calles, recorre las principales avenidas de Barquisimeto, incluso de Cabudare, con el fin de hacer el día a día. “Me porté mal, lo debo admitir, pasé mi adolescencia limpiando parabrisas y carros. Hoy nadie me da empleo, esto me da al menos para el pedacito de queso, panes y el pañalito diario que usa mi hijo de 4 meses”.

Resaltan que viven del día a día

Historias parecidas ya son comunes escuchar en la ciudad, donde niños trabajadores se han acostumbrado a recibir el trato amable de muchos clientes;

y de otros no tan amables, donde el “no” rotundo se hace cotidiano frente a la voluntad y ganas de trabajar de estos “chamos de la calle”.

Hasta los momentos ningún organismo se ha dedicado a investigar cada uno de los casos, para poder ofrecer algún tipo de labor social, y saber cuál es el origen de estas personas en las calles.

Recientemente el Consejo de Protección del Niño, Niña y Adolescente del Municipio Iribarren, reveló que “se están trabajando para la protección de los diferentes casos denunciados en la entidad, sobre todo en caso de violación y pedofilia”, sin embargo, se desconoce algún programa social que procure aportar algún tipo de ayuda a los niños que se encuentran en las calles en estado de vulnerabilidad.

Zuleydy Márquez / NB