Catalino Curet Alonso, el cronista musical del Caribe por León Magno Montiel

Catalino recibió la carta que remitía su padre con gran emoción, sabía que traía la respuesta a su petición de dinero para solventar sus carencias. Junto a su madre vivían en una humilde casa del barrio obrero en Santurce.

Al abrirla, vio el dinero ordenado en el centro, y en el papel amarillo con rayas celestes, resaltaba la caligrafía impecable de su papá, era un respetado profesor de castellano. Anexa, venía la carta que Catalino le había enviado dos semanas antes, mostraba varias correcciones con bolígrafo de tinta azul, tachaduras, remarcaba los acentos omitidos. Su padre, además de ser un admirado catedrático de la lengua, era músico profesional, ejecutaba la trompeta con solvencia. Esa tarde se despertó el amor del pequeño Catalino por las palabras, por la poesía, el lenguaje y las letras con su océano de significados.

Catalino Curet Alonso había nacido en el barrio El Hoyo Inglés de Guayama, al sur de Puerto Rico, el 12 de febrero de 1926. Luego de la dolorosa separación de sus padres, él llegó con su madre a Santurce al norte de la isla, era un gran conurbano, un mosaico pluricultural. Allí vivió toda su adolescencia y juventud. Sus vecinos más queridos eran Rafael Cortijo, el célebre percusionista y director de orquesta e Ismael Rivera, el carismático cantante de bomba y plena. Convivía gente sencilla de la calle, cargada de valor humano y de talentos. En esa barriada tan musical, tan vital, comenzaron a llamarlo Tite y él asumió ese mote como su auténtico nombre. Era un joven enamorado de la lectura de la prensa, escuchaba radio con pasión, amaba el comunicar, las tertulias. Santurce era un campo fértil para cultivar los ritmos de la isla, era un gran ecosistema cultural, pues allí vivían emigrados de toda Borinquen y además había una gran legión de dominicanos.

En 1960 Tite viajó a Nueva York buscando trabajo como periodista, lo consiguió como reportero deportivo. En 1965 conoció al percusionista y cantante Joe Quijano y comenzó a componer; “Efectivamente” fue el primer éxito de ese binomio. Ese término lo utilizaban mucho en la jerga deportiva.

Luego conoce a la vedette cubana La Lupe, era una mujer explosiva, mezcla de sensualidad y fuerza al cantar. Ella le graba el bolero “La tirana” en 1968, sonó tanto como un himno. Años después, Catalino contó cómo vio con asombro el ascenso de La Lupe en Nueva York, pero luego constató con dolor su declive, la santiaguera murió en 1992 sola y sin dinero. Su vida terminó en días mustios y en el más opresivo silencio.

El seudónimo Tite comienza a sonar en todo el Caribe y en Nueva York, hasta que el maestro Tito Rodríguez que estaba en el cenit de su carrera, lo busca para que le componga algunos temas. Así es como le graba el bolero “Tiemblas”:

“Cada vez que me ves, yo sé que tiemblas
no hay misterios de ti, 
que yo no entienda
por qué tratas de ocultar, que yo soy parte de ti”.

En los 70 se produce el boom de la salsa, se gestó en los estudios de grabación de la gran manzana, impulsado por el empresario Jerry Masucci y su sello Fania Records. El término “Salsa” lo tomaron del programa del gran maestro de la locución Fidias Danilo Escalona, de Caracas, para denominar el nuevo género que partía de la base rítmica del son cubano, con elementos del jazz y la rumba. La nueva propuesta musical “Salsa” se fue apoderando de los escenarios musicales, con cantantes de primera línea como Cheo Feliciano, Héctor Lavoe, Andy Montanés, Rubén Blades, Pete Conde Rodríguez, Ismael Miranda. Acompañados de músicos como Johnny Pacheco, Ray Barreto, Larry Harlow, Willie Colón, Papo Lucca, Bobby Valentín. En esos años tomaron nuevos aires figuras legendarias como Celia Cruz (Cuba, 1925) e Ismael Rivera (Puerto Rico, 1931). El compositor emblema del movimiento salsa fue Tite Curet Alonso; comenzaron a aparecer sus temas “Las caras lindas”, “Piraña”, “Franqueza cruel”, “Isadora Duncan”, “La esencia del guaguancó”, “Galera tres”, “Plantación adentro”. Sus composiciones representaban una forma novedosa de cantarle al Caribe, a sus personajes, sus leyendas y a la mujer: “Es una rosa con espinas de pasión”. Él fue el pionero de la salsa romántica que en los años 80 se apoderó de la radio.

Tite hablaba del canto de los negros libertos, como lo plasmó en su son: “Somos betún amable de clara poesía”. Era un militante de la raza negra, resaltaba los logros de la gente de color como Roberto Clemente en las Grandes Ligas, de Nicolás Guillén en la poesía; era seguidor de la poeta Maya Angelou: un fervoroso enamorado del legado africano en tierras americanas. Y eso lo representaban Ismael Rivera y Rafael Cortijo, dos mulatos, sus vecinos, sus cofrades. Ismael pegó en toda América el son romántico titulado, “De todas maneras rosas” en 1971:

“De todas maneras rosas, para quien ya me olvidó,
más vale un ramo de rosas, de primavera y color.
Aunque el hastío, la diferencia, el olvido,
caigan sobre lo vivido, al final como el telón”.

La reina guarachera Celia Cruz hizo una interpretación memorable del tema dedicado a la bailarina cubana Isadora Duncan, mujer con una vida llena de logros mundiales, con grandes aportes dancísticos y con un trágico final:

“Isadora formó la liberación, Isadora Duncan
leyenda que no murió.
Tuvo el encanto, la simpatía,
la valentía la bailarina de una pureza que no mentía.
En las piernas de Isadora
bailaban muchas razones
impuso una nueva moda
con sus improvisaciones.
El ballet que fue su arte
nombre y fama le ganó
y el amor fue su estandarte
el hombre fue su pasión”.

Héctor Lavoe grabó un tema que refleja el día a día de Tite Curet en la Nueva York de comienzos de los años 60, con su rutina marcada por el diarismo: “Periódico de ayer”, allí salió la metáfora que dio vida al clásico: un amor pasado, superado, es un periódico de ayer que nadie procura ya leer:

“Tu amor es un periódico de ayer
que nadie más procura ya leer
sensacional cuando salió en la madrugada
a mediodía ya noticia confirmada
y en la tarde materia olvidada”.

Cheo Feliciano le grabó un tema que es su mayor símbolo de identidad musical, las huellas dactilares de Cheo; el homenaje a una india taína llamada “Anacaona”. Es un tema reivindicativo de la figura indoamericana importante en la historia de la isla de Quisqueya:

“Anacaona, india de raza cautiva
Anacaona, de la región primitiva.
Anacaona oí tu voz, como lloró cuando gimió
Anacaona oí la voz de tu angustiado corazón,
pero tu libertad nunca llegó”.

Rubén Blades era un joven emergente cuando en 1977 grabó el tema “Plantación adentro” junto a Willie Colón, el nativo de Chiriquí solo tenía 29 años de edad. Con soberbias inspiraciones Rubén logró consagrar el mensaje de carácter histórico de Curet Alonso:

“Sombras son la gente
plantación adentro camará
es donde se sabe la verdad
es donde se aprende la verdad

Dentro del follaje
y de la espesura
donde todo viaje
lleva la amargura:
es donde se sabe camará
es donde se aprende la verdad”.

El veterano Pete Conde Rodríguez con su gran elegancia, su voz vigorosa, colocó en los primeros lugares el tema “La esencia del guaguancó” en 1970. El nativo de Ponce estaba aliado con el dominicano Johnny Pacheco, ellos hicieron de ese tema un clásico inmortal del Caribe:

“Escuche usted la esencia del guaguancó
la tumba que ya te llama
y el tambor que la reclama
y un coro que dice así:
Escuche usted la esencia del guaguancó”.

Después de darle sus mejores perlas a los grandes cantantes de la salsa para que se encumbrasen, en 1974 Tite decidió hacer un álbum como cantautor, mostró su poder como autor y cantante, con temas como el dedicado al indio “Caonabo” donde ejecutó un brillante solo de piano del maestro Jorge Millet. En ese momento, cualquiera de los grandes salseros que hicieran un show, por lo menos tenía que cantar un tema de la autoría de Catalino, era su visa para el éxito.

Algunas de sus composiciones son parte de la banda sonora de las películas “Mujeres al borde de un ataque de nervios” de Pedro Almodóvar de 1988, y “El padrino II” de Francis Ford Coppola de 1974. Su nombre aparece en los álbumes de Nelson Ned como adaptador de sus letras al español. También tradujo canciones del inglés para la voz de Chucho Avellanet que tuvieron mucho éxito. Esto, debido a que Tite hablaba bien el inglés y el portugués, además tenía el arte de componer, dominaba la rima y la métrica.

En 1993 el maestro Curet visitó Caracas, ciudad salsera que le acogió con sumo afecto, como a un nativo. Allí participó en el gran concierto de Rubén Blades en el Poliedro de Caracas, cantó junto al bardo panameño su obra “Plantación adentro”. Esa noche Tite vio cantar en el preámbulo a la sonera venezolano Trina Medina, quien lo impresionó con su gran talento. Al día siguiente, la llamó y le entregó un casete con cuatro de sus temas para que ella los grabara. La caraqueña años después, versionó “Lamento de Concepción” y se convirtió en todo un éxito. El vídeo de ese tema es parte del soberbio documental sobre la vida del maestro-compositor titulado “Sonó, sonó Tite Curet” realizado por el cineasta puertorriqueño Gabriel Coss, quien ha sido premiado y reconocido por sus videos musicales y sus cortos para cine.

Las mujeres fueron una poderosa fuente de inspiración en la vida de Curet Alonso. Se casó con Hilda Velásquez y tuvieron dos hijos, Hilda de los Ángeles (Angie) y Eduardo, quienes son sus herederos universales. Luego de un divorcio doloroso en 1985, vivió casi dos décadas con la profesora Norma Salazar, una catedrática de la Universidad del Este, en el área de las Ciencias Sociales. Ella participó en varias de sus producciones, era además diseñadora y folclorista, una mujer de alto vuelo intelectual, una morena atractiva y simpática, solía lucir atuendos africanos o taínos. Ella estuvo a su lado hasta el último momento de vida.

Tite era un hombre que se paseaba por la Isla del Encanto con su atuendo predilecto: una camisa de estilo africano llamada caftán, con su emblemático sombrero jíbaro tejido a mano llamado pava, con zapatos deportivos. Mostrando la sempiterna sonrisa en su rostro moreno. Así llegaba los domingos a su cita con los oyentes de Radio Universidad donde condujo programas de antología, tertulias musicales de mucha altura. Sus libretos eran relatos vivenciales sobre los grandes cantores del Caribe con los que Tite había interactuado y trabajado. De algún modo, la historia de la salsa, es la historia de un gran creativo llamado Catalino Curet Alonso.

La muerte lo sorprendió en territorio estadounidense, en la ciudad de Baltimore, donde residía su hija Angie, el 5 agosto de 2003. El poeta guayamés tenía 77 años, estaba consagrado como autor, con más de mil temas grabados y considerados éxitos imperecederos. Pero su corazón detuvo su largo recorrido, llegó a la estación del reposo eterno. Unos amigos que lo acompañaban, se encargaron de los trámites para repatriar su cadáver y darle sepultura en el cementerio de Santa María de Magdalena, en el Viejo San Juan, asistieron ríos de gente a sus exequias.

El 12 de febrero ha sido decretado como “Día Nacional de Tite Curet” en Puerto Rico. Los turistas que visitan San Juan se hacen fotografías al lado de su estatua de bronce, la que muestra a Tite sentado en una banca pública, luciendo su atuendo de siempre; el caftán y su pava, y como invitando a conversar.

Catalino fue un cartero entusiasta por 30 años, periodista agudo, locutor testimonial, un compositor denso y prolífico, humorista repentino; fue un cronista musical del Caribe. Demostró que se pueden hacer canciones profundas, con letras elaboradas, que pueden ser éxitos en la radio y quedarse en la memoria colectiva. Demostró que la poesía no está reñida con la música comercial, que es posible unir el ritmo más candente del Caribe, con los versos más sublimes en lengua castellana: él lo logró, por ello, es una cumbre de los compositores Iberoamericanos.

León Magno Montiel