“Cállate Ricardo”: Enrique Ochoa Antich le da duro a Hausmann por pedir una invasión gringa a Venezuela

Quería dedicarle estas líneas a la necia y antipatriótica declaradera de Ricardo Hausmann, esa infame jaculatoria en que anda, rogando a los dioses imperiales una invasioncita, por favor. “¡Cállate, Ricardo!”, pensé en titular esta columna, porque asunto de dignidad nacional aparte, quería resaltar lo poco convenientes que son estridencias como ésa para unas fuerzas democráticas que deben empeñarse en ser… y en parecer, además de populares y no aristocráticas, además de sociales y no neoliberaloides, garantes de la soberanía nacional y no obsecuentes vasallos que de hinojos acuden a la Casa Blanca a ver qué consiguen. Alguna vez escribí un artículo en Tal Cual titulado “¡Shut up, Obama!” en este mismo sentido.

¡Cuánta agua ha llevado Ricardo al molino de nuestro adversario proto-totalitario! …y el torpe de Almagro no se diga. Y cuando los gringos promulgaron el primer decreto de sanciones a algunos venezolanos culpables o no de lo que se les acusaba, encabezando tal texto con un título de clarísima naturaleza injerencista, expresé mi repudio, pues una cosa es que organismos internacionales (de derechos humanos, por ejemplo) en cuya conformación participamos como nación por voluntad propia, se inmiscuyan en nuestros asuntos internos, en lo que estoy de acuerdo desde el 27F en adelante pues el aislacionismo en materia de derechos humanos, por solo ejemplo, hace rato que ha sido superado por la historia (pregúntenle si no a los sudafricanos, o a los serbios y croatas), y una muy diferente que un país lo haga en los de otro.

Eso es inaceptable injerencia. La coartada de decir que se trata de sanciones “en contra de unos venezolanos” y no de Venezuela, ramplón truco de lenguaje, nos lleva a preguntar: ¿y en nombre de qué delito se les sanciona?, ¿uno cometido en Venezuela?, ¿y cómo es esa extraterritorialidad de la justicia?; y si se trata en cambio de transgresiones cometidas en el país que produce la sanción, ¿cuáles son ellas?, ¿cómo quedó allí el debido proceso?, y un largo etcétera de interrogantes.

Nuestra animadversión por el régimen madurista no puede llevarnos a comprometer principios que tienen que ver con nuestra propia nacionalidad. Como quiera que la MUD de entonces, que había expresado públicamente su rechazo al decreto, no aceptó, aunque muchos se lo propusimos formalmente, consignar una misiva a Obama para que la suscribiéramos todos los opositores democráticos, leí con mucho cuidado la que el gobierno de Maduro redactó a tales efectos y al no ver nada fuera de lugar que comprometiera mi condición de opositor, la firmé… y para nada me arrepiento. Porque estemos claros: si unos marines aparecen por Machurucuto siguiendo las plegarias de Hausmann, no digo que empuñaré un fusil, pues ni remota idea tengo de qué hacer con él, pero al menos una declaracioncita pública emitiría en contra. La patria primero.

Pero el tema de Hausmann fue al final substituido por uno de mayor actualidad: el de las sanciones europeas y el consecuente adelanto de las elecciones presidenciales por decisión de la ANC de Maduro. Por supuesto que debe rechazarse este abuso de la oligarquía madurista, que insiste en hacer sencillamente lo que le da la gana, saltándose Constitución y leyes, convirtiendo la norma en un guiñapo, manipulando las instituciones sin escrúpulo alguno. Va haciéndose peligrosamente parte del paisaje todo género de tropelías que ya pasan por nuestras narices sin siquiera tiempo para reaccionar. Por solo ejemplo: ¿no será que las instituciones y ongs encargadas de defender al niño y al adolescente podrían decir algo acerca de la grotesca manipulación de varios párvulos en una cuña publicitaria de lealtad a Chávez, propia del culto a la personalidad estaliniano o hitleriano?

Pero la torpeza europea es suprema. ¿Por qué diantres adoptar estas sanciones, fatalmente enojosas y con razón para el gobierno de Maduro, justo cuando en los diálogos dominicanos se iba avanzando para fechar la elección presidencial para junio o quien sabe si julio? Como si no conocieran a la jefatura madurista. “Ahí tienen sus presidenciales, pues”, parecen decirnos nuestros muy poco circunspectos adversarios. Como cuando Capriles reaccionó iracundo ante la potabilísima propuesta de acuerdo ofertada por el Papa (¡hasta de comunista fue calumniado!): a los dos días, nos enfrentamos a la convocatoria constituyente. Y ya sabemos qué vino después: muerte y derrota.

Así que, al tiempo que se agradece la solidaridad que los demócratas del planeta quieran ofrecer a la heroica y bizarra lucha del pueblo venezolano en contra de este autoritarismo incapaz, corrupto y sangriento, habría que reclamarles más recato, menos impericia, y un poco de comedimiento. Ya es suficiente tener que darle la cara a nuestras propias incompetencias opositoras como para tener también que plantarse frente a las cada vez más frecuentes de nuestros aliados internacionales. Porque la verdad sea dicha, con amigos así, ¿quién necesita enemigos?