La profanación de tumbas sigue siendo un tema controversial en el cementerio nuevo de Barquisimeto, donde familiares afirman que muchas veces el lugar donde están los difuntos sin profanados por personas para usar los restos para rituales de brujería.

“La persona que profana estas tumbas trabaja aquí en el cementerio, no puede ser posible que todo lo hagan tan limpio, es algo que solo una persona con las herramientas necesarias haría, eso no lo hacen hampones comunes, no sé porque juegan con el dolor ajeno”, afirmó un familiar a quien se le profanó la tumba de un familiar.

En este sentido esta persona que no quiso identificarse exclamó con voz desesperada, “no puede ser posible que mi mama deba revivir el dolor a enterarse que los tres cadáveres que ella había puesto allí no están hoy”.

Familiares piden a gritos que alguien pueda solventar estas aterradoras experiencias que son un trago amargo para las familias que solo piden que sus familiares descanses en paz.

¿Qué pasa con los cuerpos?

Esta actividad siempre se le hes referida a los “Santeros” Ya sea para realizar cultos o experimentos, la profanación es un problema de conciencia social, pues la actividad afecta a cientos de familias que sufren doble dolor, al conocer que la mitad de su ser querido no se encuentra en el campo santo, lugar que escogieron para que descansara.

Según la Fundación de Paleros de Venezuela Funpave, “el mayombero es el hechicero de tradición conga, oficiante de la regla que se conoce como palo monte, la cual rinde culto a muertos y espíritus de la naturaleza”. Mayombe es la íntima relación del espíritu de un muerto que junto con los animales, las aguas, los minerales, las tierras, los palos, y las hierbas conforman el universo adorado por los descendientes cubanos de los hombres y mujeres traídos del reino del Manicongo.

Estas prácticas se basan en la interrelación con los espíritus de los ancestros y de los muertos, y con las vibraciones de todo cuanto hay en la naturaleza. Popularmente se conoce a sus seguidores como mayomberos, padres gangas, ganguleros, paleros, yayas y así sucesivamente, hasta ir a dar al respectivo nombre del “brujo”.

 

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